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Como en muchas sociedades, pueden distinguirse dos grupos, uno que busca acceder al poder dentro de la legalidad, y otro que busca hacerlo fuera de ésta. En México, por su calado y amplitud, el crimen organizado constituye el grupo que busca controlar al país fuera de la legalidad. Está bien organizado y ha logrado un gran poder. Controla la gran mayoría de los 183 mil elementos de las policías municipales, algunos de los 217 mil policías estatales, segmentos amplios del poder judicial, y está infiltrado en prácticamente todas las instancias de gobierno. En los hechos, tienen tomado México.
Por su parte, el otro grupo mantiene como principio acceder al poder en la legalidad. Para esto, participa con modalidades muy diferentes, desde los más tradicionales, que se congregan en partidos políticos, hasta aquellas personas que participan por medio de diversas organizaciones sociales o, incluso, de manera individual y espontánea.
En la medida que la sociedad mexicana se ha saturado de desconfianza en los partidos, ese conglomerado de organizaciones sociales e individuos, que buscan incidir por conductos legales en la política, ha crecido con gran rapidez. Las redes sociales facilitan su actuar. Esa dicotomía básica obliga la siguiente consideración: para que el segundo grupo, el de la legalidad, pueda vencer al crimen organizado, para recuperar México, debe acceder al gobierno, pues requiere contar con el monopolio del uso legítimo de la fuerza, posiciones para definir políticas públicas y para participar en la implementación de programas de gobierno y, por tanto, en el ejercicio del presupuesto.
En la medida que la intermediación de los partidos se deteriora, y que la desconfianza de los ciudadanos en éstos se agrava, las organizaciones e individuos los evaden, y comienzan a interactuar directamente con instancias de gobierno, del Ejecutivo, del Legislativo y del Judicial. Por su número, diversidad de causas, e intereses, es difícil que en lo individual los ciudadanos actúen por conductos estables, ya que intervienen en múltiples asuntos y, con frecuencia, carecen de liderazgos creíbles.
Las acciones de los integrantes de ese conglomerado de individuos y organizaciones que se encuentran en un estado entrópico, encuentran eco y reverberación en los medios de comunicación, que los empodera. Esto introduce una complejidad adicional que amerita atención aparte.
Entre quienes confían en la ruta de la legalidad, poco a poco se ha creado una distinción entre los integrantes del “conglomerado entrópico” y quienes participan en el gobierno: a los primeros se atribuyen cualidades morales superiores, mientras que los segundos deben cargar con el epíteto de “políticos”. De esa manera, por efecto subliminal, la sociedad va inclinándose hacia los primeros, mientras agudiza su desconfianza y distancia respecto de “políticos” y partidos. A pesar de que acuden a las urnas, 60% de la población expresa que su voto “no tiene influencia” sobre las políticas que aplica el gobierno (última encuesta GEA-ISA).
El asunto se complica cuando se diferencian diversos tipos de organizaciones sociales. Algunas son inducidas y prohijadas por los gobiernos. Otras son apéndices de organizaciones empresariales. Otras más son derivadas de ONG’s internacionales. Con contadas excepciones, todas responden a intereses particulares. Entonces, el debate relevante no es del gobierno con los títeres, sino con los titiriteros. La ciudadanía queda muy distante.
Hoy la acción simultánea de un gobierno descoordinado, de los partidos, y del “conglomerado entrópico” erosiona las instituciones, la “gobernabilidad”, y genera incertidumbres. En esas condiciones, no hay asunto que pueda resolverse. Se apilan asuntos para los cuales en el Congreso “no hay condiciones”. Todo eso enoja a los mexicanos.
Hoy corre lava sin cauce hacia el fondo, a temperaturas que destruyen todo. El ejemplo en ciernes es la catástrofe en torno al Sistema Nacional Anticorrupción. Todos son responsables, desde el gobierno que no atiende un asunto central, hasta los protagónicos incontenibles. Todos perdemos la esperanza de recuperar México.