El buceo es un deporte que viene de tiempos inmemoriales. Si algo caracteriza al ser humano es su insaciable curiosidad y deseo de aventura. La exploración de las profundidades de mares, ríos o lagos, siempre ha sido un poderoso atractivo para quienes desean conocer sus maravillas y develar sus secretos.

Bucear es el arte de sumergirse en el agua por lapsos relativamente largos, con fines deportivos, científicos, recreativos o de trabajo. Como deporte, se popularizó en el siglo pasado, pero su práctica requiere considerar los peligros y limitaciones que conlleva. En su tiempo, el escritor ruso, Antón Chejov (1860- 1904) advirtió: “El mar no tiene sentimiento ni piedad”. A lo que el novelista estadounidense E. Hemingway (1898- 1961) agregó: “El mar es dulce y hermoso, pero puede ser cruel”.

La experiencia del buceo implica viajar, vivir aventuras fantásticas y conocer lugares exóticos. Se sabe que en todas las épocas el ser humano ha buceado “a pulmón”, conteniendo la respiración, ya sea por curiosidad o para extraer algas, mariscos o perlas. Pero también ha creado medios para nadar y permanecer más tiempo bajo el agua. Los antiguos griegos, por ejemplo, inventaron la “lebeta,” antecedente de la campana que facilita la inmersión, y un tubo que servía para respirar. También hay testimonios de su práctica en la Polinesia, Japón y China, donde los tubos de respiración eran de bambú.

Las destrezas y conocimientos necesarios para bucear no son difíciles de adquirir, pero deben ser estrictamente aplicados. Los expertos aconsejan que la inmersión se realice después de un completo periodo de estudio y acondicionamiento físico. Para garantizar una buena preparación, sugieren que se realice en una institución reconocida, con instructores calificados. El equipo que se utiliza se compone de un chaleco hidrostático flexible, un tubo respirador, gorro, visor, guantes, manómetro y un tanque de oxígeno que se lleva a cuestas.

Las regiones subacuáticas son fascinantes y la exploración de sus paisajes es una de las experiencias más placenteras y gratificantes que puede experimentar el ser humano. De ahí el gran atractivo del buceo como deporte. El poeta michoacano Manuel Ponce (1913- 1993), en El mar, dice: “Oh mar, a tus orillas me presento/ y participo del común asombro…/ En superficies de violines lloras,/ cantas, sin revelarnos el misterio./ De la riqueza inmemorial que ocultas/ nos salpican minúsculos fragmentos…/ A su silencio ilimitado añaden/ su mecanografía las estrellas.

rjavier_vargas@terra.com.mx

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