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Los recientes nombramientos en la SRE y en nuestra embajada en EU hablan del desprecio del presidente Peña Nieto por la diplomacia. Tales designaciones se dan tras mantener vacante seis meses la representación en Washington. En ese lapso, Barack Obama nominó a Roberta Jacobson, diplomática con impecables cartas credenciales, como la próxima embajadora en México. En cambio, Peña Nieto optó por Miguel Basáñez, un viejo amigo de la familia mexiquense, catedrático respetable pero con nula trayectoria en el servicio exterior, para ocupar la oficina de Avenida Pensilvania.
El ya ratificado embajador sostuvo una desastrosa reunión ante senadores del PAN. Reconoció carecer de experiencia pero presumió “diplomacia ciudadana”; se pronunció por no responder las duras expresiones de Donald Trump “porque sería concederle un nivel que no tiene, toda vez que apenas uno de cada 15 norteamericanos lo siguen”; alegó que es un mito el maltrato de autoridades estadounidenses a nuestros migrantes y minimizó la mala imagen que México está proyectando por los recientes escándalos de corrupción ya que “los americanos están acostumbrados a tratar con países de África que son igual o más corruptos que el nuestro”.
Y fue más allá. Aseveró que la corrupción en México (según encuestas revisadas por él) se concentra en “los recolectores de basura, los llamados franeleros (viene-viene) y los policías de crucero”. Minimizó Basáñez la prolongada vacancia en Washington pues —según él— no aparecían temas bilaterales trascendentes en el radar en estos meses, además de que la embajada con sus consulados operan inercialmente y el embajador suma, pero no hace la diferencia. Remató el académico diciendo que su labor será relativamente sencilla dado que Peña Nieto y Obama mantienen “una magnífica relación personal”. No tiene el nuevo representante relación con funcionarios de gobierno ni con legisladores en ambos lados de la frontera.
Su labor de los últimos años se ha concentrado en el cubículo de la Escuela Fletcher, alejado de la administración pública. No obstante lo anterior, al Senado mexicano, corresponsable de la política exterior, esto le pareció peccata minuta y dio su respaldo al emergente diplomático. Ya lo veremos en acción. Y veremos también a la nueva secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu, cuya experiencia en el sector es cercana a cero.
Su apreciable labor al frente de la Sectur y el haber acompañado al Presidente en giras internacionales no le alcanza para comprender y emprender las acciones propias de una diplomacia activa y participativa en un contexto de complejas relaciones bilaterales y multilaterales. México desperdicia así a espléndidos diplomáticos de carrera que trascienden sexenios, presidentes y partidos políticos. Sí. El personal del servicio exterior representa al Estado mexicano y no al mandatario en turno. En suma: con sus recientes designaciones, el presidente Peña Nieto exhibe su desprecio a la relación bilateral más importante que tenemos; pone la cancillería en manos improvisadas y, con ello, relega al calificado personal diplomático de carrera de nuestro país.
Senador del PAN