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Llamaron la atención del mundo en noviembre de 2016 al celebrar la victoria de Donald Trump con un saludo nazi. No constituyen la mayor parte de la base social del nuevo presidente, pero jugaron un papel importante en su campaña electoral y tienen una fuerte influencia en su gobierno. Constituyen un grupo poco numeroso, pero vociferante en las redes sociales, que ha logrado despertar el interés de un número no despreciable de jóvenes.
La autodenominada “alt-rigth” (“alternative right” o derecha alternativa) es un movimiento amorfo de ideologías de extrema derecha de carácter racista y xenófobo, contrario a la diversidad y la multiculturalidad de las sociedades modernas, al mismo tiempo que denuesta el feminismo y es contrario a la participación política de las mujeres.
Richard Spencer, responsable por haber acuñado el término “alt-right”, y quien se ha posicionado como su principal líder, es la cabeza del National Policy Institute, un think tank que ha centrado su actuación en la promoción de la “identidad blanca” y la preservación de la “civilización occidental”, que a juicio de estos grupos está hoy en grave peligro ante el desplazamiento demográfico generado por la creciente migración.
Aunque estos grupos tienen diferencias entre sí —no a todos los caracteriza la misma forma de antisemitismo ni tienen las mismas posturas frente a la homosexualidad, por ejemplo—, los une la creencia en una sociedad homogénea donde la diversidad social y cultural es considerada un lastre, y rechazan los valores liberales, tanto en lo económico como en lo político.
Sin una estructura formal, en este movimiento hay de todo: fascistas, neonazis, antisemitas, disidentes de derecha, nacionalistas y neo-nacionalistas, neo-reaccionarios y hasta “racistas científicos”. Algunos luchan abiertamente por la supremacía blanca, otros edulcoran su mensaje reivindicando “el derecho de las personas blancas a actuar colectivamente en defensa de su identidad”, como lo ha señalado Spencer una y otra vez.
La “alt-right” rompe abiertamente con el establishment conservador representado en el Partido Republicano por haberse vendido al libre comercio, a la globalización y a ciertas ideas liberales. A estas personas sus seguidores se refieren despectivamente como los “cuck-servatives”, mezcla de palabras entre cornudo y conservador, que encierran también un doble sentido sexual y racista que descalifica al hombre que permite que su mujer se acueste con una persona negra.
Aunque el movimiento tiene figuras visibles como Jared Taylor, Greg Johnson, el propio Spencer y Steve Bannon, la mayor parte de sus integrantes son jóvenes que actúan de forma anónima en las redes sociales, donde incluso utilizan nombres falsos en foros como 4chan y 8chan y en plataformas de internet. Provocan en esos espacios con sus memes discriminatorios, insultan sin dar la cara y esparcen mensajes de odio a todo lo diferente cual si se tratara de un juego.
No se sabe a ciencia cierta qué es lo que mueve a estos jóvenes ni qué tan convencidos están de una ideología de extrema derecha. Hay quien cree que lo que menos les importa es el movimiento conservador. Que lo que en realidad los mueve es el deseo de transgredir y desafiar normas establecidas, incluso de divertirse haciendo enojar.
Sea lo que sea, no cabe duda que la “alt-right” ha sido exitosa en utilizar las redes sociales para amplificar el mensaje del movimiento, influenciar votantes y —lo más grave— para hacer que entre un grupo amplio de estadounidenses el racismo y la xenofobia se hayan convertido en algo aparentemente aceptable.
No cabe duda que mucho de lo que ocurrirá en EU (y en el mundo) en los próximos años tendrá que ver con el tipo de relación que Donald Trump establezca con este movimiento y con la fuerza que logre mantener dentro de su gobierno.
Analista político