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Terminó la telenovela gringa de las elecciones presidenciales con el resultado que todos sabemos. El desastre, consecuencia de una sociedad harta de los políticos, un sistema electoral atípico y de dos partidos (seamos honestos, ambos de derechas) que cometieron errores históricos. Por un lado, los republicanos que consintieron que un personaje de caricatura se colara en sus filas, y al que no pudieron detener ni sus miembros más respetados ni su maquinaria política que le dio la espalda de manera franca en algún momento; por el otro, un partido demócrata que más allá de los escándalos de su candidata electa, le metieron el pie al candidato más carismático y un “outsider” que pudo haberle dado más pelea al otro “outsider” que terminó siendo electo.
En ese camino que empezó a mediados de 2015 y que culminó apenas el 8 de noviembre, el papel de las redes sociales y las nuevas tecnologías fue fundamental; si ya hace ocho años quedó confirmado que el ahora saliente presidente Barack Obama supo usar, como nadie, estas herramientas que al final, coinciden los expertos, fueron fundamentales para su victoria, esta vez las redes y las tecnologías de la información jugaron, de formas distintas, un papel protagónico en la victoria del magnate neoyorquino.
Pero lo que distinguió a las redes y su influencia esta vez no fue la maestría con que fueron usadas dichas tecnologías, sino todo lo contrario. En Twitter pudimos ver en más de una ocasión que aquello que en otro tiempo pudo terminar para siempre con la vida política de alguien no hizo, esta vez, la menor mella: misoginia, xenofobia, discriminación, ignorancia, cinismo… todo abierto y sin arrepentimientos expuesto en una red en la que, literalmente, han caído imperios políticos y económicos, y sobre la que se han construido otros. El personaje con toda su negatividad le ganó a la red de las causas justas.
El Facebook fue todavía peor, si bien en Twitter todo se dio con base en terribles verdades, en Facebook todo se decidió con base en mentiras, se acusa a Facebook de que, por las características mismas de la plataforma, comparten los usuarios noticias aparentemente fundamentadas pero que en realidad son falsas, y por el contenido polémico se vuelven virales; estas noticias, dicen los que saben, influyeron sensiblemente en los resultados de la elección. Ya había polémica acerca de las noticias que se comparten en Facebook: este mismo año circuló cierta infografía que aseguraba que los asesinatos de personas de raza negra eran perpetrados por otras personas de la misma raza, esto hizo mella en el movimiento llamado “black lives matters”, hasta que tuvo que ser desmentido en los medios de comunicación masivos. Facebook asegura que 99% de las noticias que aparecen los muros son auténticas. Si esto es verdad o no, en ningún caso resulta positivo: o Facebook miente y el grueso de sus notas son falsas, o el 1% de noticias apócrifas esparcidas en una red social pesan más en las decisiones de la sociedad del país más poderoso del mundo.
@Lacevos