Es necesario que los mexicanos empecemos a analizar, discutir y reflexionar sobre un escenario que hasta hace poco parecía impensable: el del fin del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Este escenario está más cerca que nunca. Al parecer, la visión de Donald Trump sobre el comercio en general, y sobre el TLCAN en particular, conducirán inevitablemente a su término.

La visión de Donald Trump sobre el comercio es una de suma cero, en donde lo que uno gana el otro necesariamente lo pierde. Se trata de una visión totalmente contrapuesta al enfoque moderno que entiende al comercio como una actividad en donde las dos partes podrían beneficiarse mutuamente. La de Trump, en cambio, es una visión que se remonta a los mercantilistas del siglo XVI, quienes veían a los déficits comerciales como algo pernicioso que había que erradicar. Trump ha dicho y tuiteado en reiteradas ocasiones que el déficit comercial de Estados Unidos con México (de alrededor de 60 mil millones de dólares) es algo inaceptable y que de alguna manera este déficit es un despojo que es una consecuencia directa del Tratado de Libre Comercio. Es por ello que Trump muchas veces ha repetido que el TLCAN es el peor tratado comercial de toda la historia. Por eso, no sorprende que una de las primeras cosas que planteara Trump como Presidente es la ingente necesidad de renegociar y modificar el TLCAN.

El problema con la visión de Trump es que no hay forma de modificar el TLCAN en la dirección que él desea sin que ello afecte de manera directa a nuestro país. Dada la visión mercantilista de Trump, la única métrica de éxito que él seguramente aceptaría es una en la que el déficit comercial de su país con México logra disminuir. Esto último, sin embargo, solo puede ocurrir a través de dos vías: o aumentan las exportaciones de Estados Unidos a México o disminuyen las importaciones de Estados Unidos provenientes de México. Esto a su vez sólo puede suceder por dos vías generales. La primera sería a través de un cambio en los precios relativos entre los dos países, es decir, si se encarecieran los productos mexicanos o se abarataran los productos norteamericanos. El problema con esto es que ello supone una apreciación del peso mexicano frente al dólar, mientras que lo que ha ocurrido desde la elección presidencial norteamericana es exactamente lo contrario. Así, el efecto Trump en la paridad peso-dólar va en la dirección contraria a lo que él desearía, por lo que esta vía debe descartarse. La segunda forma de lograr el objetivo de Trump sería a través de la imposición de aranceles específicos a las importaciones de origen mexicano o con subsidios a las exportaciones de Estados Unidos a México. En cualquiera de esos casos se trataría de actos que violarían las condiciones comerciales vigentes en el TLCAN y que resultarían inaceptables en el contexto de una posterior negociación comercial. Es por ello que el tener como objetivo la reducción del déficit comercial de Estados Unidos parece conducir de manera inevitable al fin del TLCAN.

Ahora bien, ¿cuáles serían los costos de que se terminara el TLCAN? Últimamente han aparecido algunas voces sugiriendo que los costos serían relativamente pequeños. Hay dos tipos de argumentos en este sentido: por un lado, hay quienes señalan que en realidad pasaríamos a comerciar con Estados Unidos en el contexto de la Organización Mundial de Comercio y que en ese caso los aranceles promedio serían relativamente bajos (menos de 3%). Otros sugieren que, dado que los beneficios del TLCAN han sido relativamente escasos, entonces los costos del ajuste también podrían ser bajos. Considero que esta conclusión es errónea. No podemos descartar la posibilidad de tener que pelear en las cortes las medidas que pudiera implementar Trump de manera unilateral, lo cual nos podría tomar al menos uno o dos años. Por ello, en el corto plazo los costos podrían ser considerables, especialmente en ciertos sectores económicos y en ciertas regiones del país que hasta ahora se han beneficiado ampliamente del acceso comercial a Norteamérica. Si bien es cierto que los beneficios no han sido los prometidos, también es cierto que una parte de la economía depende considerablemente del sector externo para funcionar. En cualquier caso, es necesario prepararnos para enfrentar esta posible situación en los meses por venir. Para ello, lo que debemos hacer es reflexionar sobre todo lo que dejamos de hacer en el pasado: fortalecer el mercado interno, invertir en infraestructura, diversificar mercados (para lo cual es necesario invertir en puertos, aeropuertos, carreteras, temas de logística, etc.), invertir en la población, etc. En cualquier caso, incluso si el TLCAN llegara a permanecer, esta reflexión no estaría de más. Es precisamente el tipo de discusión que omitimos tener durante más de dos décadas. No desperdiciemos esta oportunidad.

Economista

@esquivelgerardo

gesquive@colmex.mx

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