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Finalmente se tomó una decisión que muchos esperábamos: extraer el parasitismo de la CNTE en la educación en Oaxaca. Esta organización se ha dedicado a la depredación de los educandos, las escuelas y el erario público desde la estructura del gobierno del estado en el IEEPO. Por fin terminó la visión que colocó la supuesta estabilidad política por encima de los dictados constitucionales en materia educativa. La SEP logró revertir este enfoque miope y promover una acción concertada del gobierno federal y del estado sureño para poner punto final al secuestro de la educación.
Con esta acción no solamente el Estado mexicano recupera la rectoría de la educación en la entidad, sino que lo hace a través de las instituciones constitucionales designadas para ello: la Secretaría de Educación Pública y el gobierno del estado de Oaxaca. Este paso era fundamental para avanzar en la implementación de la reforma educativa. Ahora es indispensable que las autoridades educativas procedan a la organización del nuevo Instituto Educativo y que los órganos de seguridad protejan este proceso de posibles reacciones violentas por parte de los grupos extirpados de la política educativa.
En la entrevista publicada el viernes en EL UNIVERSAL (http://eluni.mx/1JCkjHk), el titular de la SEP, Emilio Chuayffet Chemor, pone las cosas en perspectiva. No basta el decreto. Es necesario un equilibrio entre lo que haga la entidad y lo que apoye y promueva la SEP. Igualmente, es momento de auxiliar a otros estados en situación semejante para alcanzar el mismo resultado. Seguirán los procesos judiciales contra quienes han incurrido en delitos y quienes lo hagan en lo sucesivo. Ya se verá el tamaño de la reacción y se podrá evaluar si las medidas ulteriores de los gobiernos resuelven eficazmente esa resistencia, sobre todo tomando en cuenta que el gobierno del estado no pudo, no quiso o no lo dejaron tomar la decisión que finalmente ejecutó.
Ninguna transformación es más trascendente y profunda para México que la educativa (con la excepción de poner fin a la corrupción endémica). La economía en el mundo de hoy no admite incompetencia; en sus grandes rasgos es también refractaria a los correctivos indispensables que se requieren para ponerla al servicio de la gente. Pero no habrá competitividad ni capacidad crítica para el cambio sin nuevas generaciones de educandos capaces de situarse en los mejores niveles del conocimiento en todas sus formas: técnico, científico, humanístico. Las tendencias más recientes (y alarmantes) del comportamiento técnico de la industria indican que cada día será más viable organizar la producción sin concurso de grandes números de personas. En esto están puestos algunos de los esfuerzos más potentes para la innovación técnica. El futuro previsible es que cada vez se necesite menos gente para hacer lo mismo o más y mejor de lo que se hacía en el pasado o se hace hoy. Con este parámetro, el desempleo seguirá creciendo, a menos que la capacidad de innovación, técnica y social se incremente y presione por una sociedad de iguales. Sin educación de calidad, la desigualdad no se puede abatir, porque el primer interesado en combatirla no cuenta con las herramientas que tendría con una buena educación.
Nada hay más indigno para todos que las grandes distancias que separan a los de arriba con los de abajo. La desigualdad educativa es una afrenta para toda sociedad que la tolera, la consiente o peor, la fomenta. Llevar a cabo un esfuerzo colectivo por superar esa desigualdad dignifica a quienes lo emprenden y merece el apoyo, la participación y la vigilancia de todos los demás. Es cierto que faltan muchas piezas en el tablero, pero la decisión de impedir la depredación vandálica sobre el sistema educativo es un esfuerzo que merece continuarse para librar de toda otra forma de depredación el futuro de los niños y jóvenes.
Director de Flacso en México.
@pacovaldesu