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Muchos conocen el cuento más breve del mundo, de Augusto Monterroso; se los recuerdo: “Y cuando desperté… el dinosaurio todavía seguía ahí”.
Así nos está pasando, al ver cómo, lo que en un principio muchos tomaron como una mala broma, se convierte en una posibilidad más y más vigente.
Cada vez que despertamos… el señor Trump parece estar más cerca de ganar la Presidencia de Estados Unidos.
De hecho, las encuestas que conocimos a principios de esta semana, lo colocan ya unos puntos por arriba de Hillary Clinton. Claro, todavía falta la campaña; todavía ocurrirán muchas cosas; pero ahí está esa posibilidad.
México, frente a las elecciones de Estados Unidos, tiene una gran responsabilidad interna. Digo interna, porque no se trata de conocer qué hará nuestro país vecino frente a nosotros, sino qué posicionamiento debemos tener nosotros frente a ellos, independientemente de quién gane las elecciones.
Primero, porque Trump no es un profeta en el desierto. El antimexicanismo que despertó ahí está y ahí se va a quedar; segundo, porque no hemos definido una política clara, de Estado, para lograr que la cotidiana relación comercial se convierta también en una relación bilateral de respeto, inclusión y prosperidad.
México no es sólo el vecino. Somos el país más importante en su relación económica internacional. ¡Somos su socio comercial más importante! ¿Y nos tratan así? ¿Y nos comportamos como tales?
También tenemos una población méxicoamericana cada vez más influyente en Estados Unidos, pero igualmente ignorada por nosotros y nuestras políticas bilaterales.
Por eso digo que esta sensible relación no es sólo responsabilidad de los políticos o presidentes norteamericanos; no va a cambiar mucho la situación si gana Hillary o Donald. Lo importante, y eso sí puede significar un golpe de timón, es quiénes somos nosotros frente a ellos. Ya es hora de definirlo.
No sería momento de llorar nuestra desgracia si gana Donald, sino de sacar de adentro la verdadera esencia de nuestra nacionalidad para prevalecer frente a la agresión e incluso salir fortalecidos. Pero, por ejemplo, si nos quejamos del trato fronterizo, revisemos nuestra frontera sur. Si nos quejamos de racismo, cuestionemos nuestro propio racismo interno.
La responsabilidad es nuestra. Es nuestro el necesario posicionamiento sobre lo que es México hoy frente a sí mismo, a Estados Unidos y al mundo.
No debemos esperar a que el beneplácito o la agresión vengan de afuera, sino tener nosotros una postura que nos haga ser una nación en la que no sólo lo comercial esté siempre en intercambio, sino también lo cultural, el aprecio por lo culinario, el intercambio académico, la amistad, la cooperación tecnológica y científica, el entretenimiento y también el carácter patrio frente al conflicto.
Eso es un pendiente histórico en la agenda de México. Es algo que urge, independientemente de que gane o no Donald Trump.
Porque como todo, si llegase él a la Presidencia, al menos un efecto positivo sería que uniría a todos los hispanos, cosa que no se ha logrado en siglos.
Presidente ejecutivo de Fundación Azteca
@EMoctezumaB
emoctezuma@tvazteca.com.mx