El pasado proceso electoral en Francia fue de gran interés, en particular para países con elecciones en puerta, debido a que se enfrentaron dos posiciones que prevalecen alrededor del mundo, las populistas y aislacionistas representadas en este caso por el Frente Nacional de Marine Le-Pen y las progresistas e integracionistas, representados por En Marche! de Emmanuel Macron.

Las elecciones en Francia se componen de dos rondas. En la primera participan todos los candidatos a la Presidencia. Si alguno de los candidatos obtiene más de 50% de los votos, automáticamente se convierte en el presidente. De lo contrario se procede a una segunda ronda electoral entre los dos principales candidatos.

En el caso de la pasada elección en Francia, durante la primera vuelta Emmanuel Macron obtuvo 24% de los escrutinios, Le-Pen 21.3%, Fillon de Los Republicanos 20%, Mélenchon de La France insoumise 19.6%, Hamon del Partido Socialista 6.4% y el restante dividido entre otros 7 candidatos.

De esta forma Macron y Le-Pen se enfrentaron nuevamente en una segunda ronda electoral de la que resultó victorioso Macron con 66.1% de los votos.

Si bien, bajo el escenario de la primera vuelta, que es el mismo que se utiliza en México, Macron hubiera resultado ganador, únicamente hubiera representado a menos de una cuarta parte del electorado, con los consecuentes problemas de falta de legitimidad y de gobernabilidad.

Al existir la herramienta de la segunda vuelta electoral, se crean los incentivos para que los participantes formen alianzas, se lleguen a acuerdos y se asuman compromisos para lograr la mayoría en la segunda ronda. Además constituye una opción de representación para las minorías que se quedaron fuera en la primera ronda, logrando así la legitimidad requerida.

En una democracia se entiende que debe gobernar el pueblo y el pueblo está representado por la mayoría absoluta, no la relativa. En un sistema de única vuelta se puede dar el caso de que una pequeña minoría, siempre y cuando sea mayor que el resto de las demás, se lleve todo el poder. No es muy democrático que con sólo 25% de los votos se obtenga todo el poder, dejando excluida a la gran mayoría que votó por otra opción. Esto último atenta contra la democracia.

Dentro del sistema electoral mexicano un partido puede ganar la Presidencia representando mucho menos del 50% del electorado, e inclusive se corre el riesgo de que una minoría radical llegue al poder sin la necesidad de construir consensos y acuerdos con el resto de las fuerzas políticas.

México tiene que avanzar más rápido en ese sentido. No podemos esperar que un sistema político e instituciones diseñadas en el siglo pasado o antepasado, den soluciones para un mundo más diverso, complejo e integrado.

Francia y México comparten los valores de la democracia liberal, en la que se respetan las garantías individuales, el desarrollo económico está basado en las actividades de los ciudadanos y los intereses de la población se encuentran representados por las instituciones.

Estoy convencido que al igual que en Francia, los mexicanos queremos un país con un gobierno progresista, abierto al mundo y cuyas acciones estén sustentadas en la realidad y los hechos. La política debe ser un instrumento para la construcción de una sociedad más justa y con bienestar para la población.

Secretario de Turismo

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