El triunfo de Donald Trump exigen reflexión y acción decidida. Reflexión porque es necesario entender cabalmente qué sucedió en ese país; acción porque no podemos dejar de tomar en serio sus propuestas que afectarán a México. Un amplio grupo de la sociedad estadounidense no está conforme con los avances de otros, pues de cierta forma no “les ha tocado” recibir lo que consideran justo o no se han logrado insertar en la nueva economía. Esto alimenta el racismo que muchos llevan dentro y que, por considerarse políticamente incorrecto, no lo expresaron —sino hasta hoy— con todas sus letras. La misoginia está a la orden del día y existe una amplia inconformidad con el establishment político de Washington. Hay una desconexión fuerte entre la clase política y los gobernados.

En cuanto a la acción, podemos nombrar cuatro de sus principales amenazas hacia México, independientemente de los agravios verbales al haber calificado de criminales y violadores a los mexicanos: construir un muro a lo largo de la frontera para evitar la migración y, al mismo tiempo, deportar a millones de compatriotas; renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) para impedir que migren empleos de Estados Unidos hacia México; gravar las remesas de mexicanos en Estados Unidos a sus familias en México, y la volatilidad financiera prolongada que llevará a una todavía mayor depreciación del peso.

Si bien es incierto hasta qué punto Donald Trump cumplirá sus amenazas, me parece más prudente considerar el peor escenario posible en lugar de consentir esperanzas falsas de que aquellas eran sólo arengas electoreras y que en realidad podrá hacer muy poco. Por ello, me concentro en la acción ante un escenario por demás desfavorable.

Primero, la separación y deportación de millones de familias en unos cuantos años tendrá un efecto social y económico grave. Se requerirá de inversión importante en México para absorber mano de obra adicional. Por fortuna, ésta estará relativamente calificada por su experiencia en Estados Unidos. Los gobiernos estatales y federal deberán idear mecanismos locales que apoyen la inversión y la absorción productiva de muchos más mexicanos. Subsidios a la inversión, trabajos intensivos en mano de obra como construcción de caminos, represas y otras obras públicas de infraestructura son sólo un par de ejemplos.

En cuanto a la renegociación del TLCAN, ya le quedó claro al presidente Peña Nieto que NO se debe renegociar en su totalidad el tratado, sino solamente “modernizarlo” a través de acuerdos paralelos que ajusten lo existente, tal como ocurrió con los acuerdos ambientales y laborales que introdujo Bill Clinton. De esto se deberá convencer primero a Canadá y luego a Estados Unidos.

En cuanto a las remesas, se podrían aprovechar los paraísos fiscales para establecer un “puente” financiero que permitiera triangular las remesas de mexicanos y evitar así su gravamen. Yo no estoy calificado para ofrecer detalles, pero no dudo que un grupo de financieros puedan diseñar un esquema efectivo. ¡La inventiva de los financieros es legendaria!

Y en cuanto al tipo de cambio, debemos aprovechar su encarecimiento para promover un desarrollo mucho más vigoroso del mercado interno. Justamente eso hicimos cuando golpeó la Gran Depresión de 1929. ¿Cómo estimular el mercado interno? Además del encarecimiento natural de las importaciones que promueve su sustitución por productos hechos en México, se podría enviar una señal clara de que el mercado interno será prioritario. Por ejemplo, si empresarios y sindicatos acuerdan con el gobierno que el salario mínimo (SM) debe aumentar de 73 pesos diarios vigente desde el 1 de enero de 2016 a 80 pesos en enero de 2017, 90 pesos en abril o mayo y hasta 100 pesos en septiembre de 2017. Ello sin que afecte los demás salarios, que deberán aumentar según la productividad y la inflación. La misma Comisión Nacional de Salarios Mínimos podría emitir una directriz sobre el aumento de los demás niveles salariales.

El aumento del salario mínimo es una urgencia insoslayable y éste es el mejor momento para hacerlo. A quienes argumentan que habrá inflación, debe recordárseles que sólo una fracción de la fuerza de trabajo gana el salario mínimo, y que el anuncio de su ajuste debería ir acompañado del anuncio de la sugerencia de la Conasami para el ajuste de todos los demás niveles salariales, que deberá estar cerca de la inflación.

En suma, hay aquí algunas ideas de cómo enfrentar la nueva realidad de México ante la nueva política de Estados Unidos. Lo peor que podemos hacer es no hacer nada y simplemente esperar a ver cómo se desarrollan las cosas.

Centro de Estudios Espinosa Yglesias. A.C.

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