¿Por qué los mexicanos nos sentimos tan ofendidos por la invitación de Enrique Peña Nieto a Donald Trump?

Se han lanzado varias posibles razones que van desde “¿a quién se le ocurre invitar a un enemigo de México que nos ha ofendido a todos?”, hasta “el Presidente debía saber que por más que diga, no podrá hacer cambiar de opinión a una persona que repetidamente ha expresado sus intenciones xenofóbicas y hasta racistas contra México”.

Y hay otras opiniones: las que argumentan que Peña Nieto tenía que dar ese paso para que no quedara duda de que México tendía puentes para paliar lo que el candidato republicano ha dicho en público durante su campaña.

Aunque así fuera, no acabo de entender la lógica presidencial para girar esta invitación en este momento. Queda absolutamente claro que no hubo nueva información en el encuentro. Lo que Peña dijo, Trump ya lo sabía: que nuestro comercio es enorme, que los mexicanos somos trabajadores y honrados, que la frontera es una cuestión de dos países... El que el presidente Peña Nieto se lo haya dicho en la cara no hace mayor diferencia. La postura de Trump es 100% política y, por lo tanto, escucharlo de viva voz presidencial no tendría mayor consecuencia, como lo demostró inmediatamente después su postura ante el electorado en Arizona, que no cambió ni un ápice.

No entiendo por qué el presidente Peña lo convidó a México en este momento. Aún no es sino un candidato presidencial a quien todo el mundo considera como “un chivo en cristalería”. No es jefe de Estado y muy probablemente nunca lo sea. En todo caso, ¿por qué no esperar a que fuera presidente electo (si desgraciadamente llegara a ganar las elecciones) para entonces sí establecer una agenda común, tal como ha ocurrido en el pasado con otros presidentes electos? ¿Por qué ahora? ¿Por qué a unas cuantas semanas de que el presidente Obama se pusiera del lado de México y denostara las absurdas y ofensivas promesas de campaña de Trump?

¿Fue un diálogo, como mencionó el presidente Peña Nieto? ¿Para qué intentar establecerlo con alguien que ha demostrado una y otra vez su terquedad y su postura cuasi fascista? (Ni Churchill pensó que podía convencer a Hitler). Para que haya verdadero diálogo tiene que haber respeto, reciprocidad, interés mutuo y actitud para llegar a acuerdos entre ambas partes.  Nada de eso se dio en esa instancia. (Por cierto, por eso tampoco ha habido resultados de los “diálogos” entre el gobierno y la CNTE).

¿Para qué hacer enojar, irritar y ofender a los mexicanos con una acción que a nadie beneficia, con excepción de a Trump mismo? ¿Para qué? ¿Acaso Peña no se dio cuenta que ello ocurriría?

El horno no está para bollos. La popularidad de Peña Nieto está más baja que nunca, su autoridad moral es prácticamente inexistente, su representatividad del sentir de los mexicanos está en tela de juicio.

De verdad, señor Presidente, no entiendo para qué convidó usted a Donald Trump a la casa de México, y en nombre de los mexicanos.

Centro de Estudios Espinosa Yglesias
ecardenas@ceey.org.mx

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