La pobreza no se ha logrado abatir en México. En fechas recientes, la discusión pública se ha centrado en el tratamiento que debe darse al tema de la desigualdad. Para entender las dos problemáticas y la relación entre ellas, y hoy les hablo como persona y como director ejecutivo del CEEY, proponemos evaluarlas desde la perspectiva de la movilidad social. Esto arroja luz sobre sus posibles causas, además de mostrar vías de acción para reducir ambas de manera sostenida.

La movilidad social se refiere al grado de asociación entre las condiciones económicas y sociales de origen y destino de las personas. En ese sentido, una mayor asociación se traduce en una menor movilidad social; es decir, en una sociedad donde el statu quo persiste. El círculo vicioso de la baja movilidad social se explica de la siguiente manera: la desigualdad de oportunidades de origen se traduce en la desigualdad de logros de una generación, la cual a su vez se traduce en la desigualdad de oportunidades de origen de la siguiente generación. Si en cada generación se pudiera asegurar a las personas condiciones más parejas de arranque y participación en las distintas etapas de su vida, las características del hogar, el barrio, el municipio o el estado de origen, así como el género y el color de la piel, no resultarían elementos tan diferenciadores en sus logros de vida.

En México la movilidad social es baja. Eso, en un contexto como el mexicano, se refleja en pobreza crónica y en la persistencia de una alta desigualdad. Si las barreras a la movilidad social se removieran, el país podría aprovechar de mejor manera el talento de sus ciudadanos, ya que cada quien concentraría sus esfuerzos en actividades para las que cuenta con ventaja. Una mejor asignación de personas en actividades económicas, que lleva a mejorar la distribución del ingreso, genera a su vez un fuerte impulso para el crecimiento económico. En resumen, una mayor movilidad social lleva a que el pastel sea más grande y se reparta mejor.

Desafortunadamente, en México la discusión sobre la manera de revertir el problema que acarreamos se caracteriza por dos posiciones mutuamente inconsistentes, lo que impide pensar en un “acuerdo” nacional que nos saque del marasmo. Por un lado, están quienes piensan que hay que promover el crecimiento económico, aun a costa de una mayor desigualdad. Por el otro, están quienes abogan por reducir la desigualdad mediante medidas de redistribución del ingreso, sin tener en cuenta los efectos sobre el crecimiento. En el CEEY consideramos que la estrategia doblemente ganadora es incrementar la movilidad social de generación en generación, pues con ello obtendremos mayor crecimiento económico y menor pobreza y desigualdad en el futuro.

Sin embargo, para enfrentar la baja movilidad social tenemos que redefinir los objetivos e instrumentos de la política social. En cuanto a lo primero, se debe apostar por garantizar la movilidad social a través de la inversión permanente en capital humano. Para lograrlo, se requiere de una política sostenida en tres grandes pilares que garanticen calidad y acceso efectivo: educación, salud y protección social. Para capitalizar y sostener esta inversión se debe construir, además, una política laboral y de crecimiento que amplíe las oportunidades de trabajo formal y de generación de ingreso, lo cual a su vez se traducirá en mayores recursos fiscales. Asimismo, se debe garantizar un acceso efectivo y en condiciones competitivas al sistema financiero, a fin de que las personas puedan ahorrar, financiarse en condiciones adecuadas, protegerse contra riesgos y asegurarse una vejez digna. Finalmente y para completar un esquema que asegure la eliminación de las barreras a la movilidad social, se han de establecer nuevas reglas del juego que eliminen los sesgos en la impartición de justicia y la discriminación, y que permitan al Estado contar con un financiamiento sostenible y equitativo para brindar sus servicios de manera eficaz y sin corrupción.

En suma, en el CEEY consideramos que un país con mayor movilidad social se transformará en una sociedad más justa y pujante, donde existirán las condiciones para reconstruir el tejido social y en la que todos participaremos de un mayor crecimiento económico.

Director del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, A.C.

ecardenas@ceey.org.mx
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