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En la primera visita de Estado del presidente Raúl Castro a México, debemos esperar cualquier resultado, incluso sorpresas. Lo que no podemos esperar es que el viaje de Raúl Castro se limite a un intercambio protocolario en el que las atenciones diplomáticas nublen las oportunidades y los asuntos de fondo que deben atender ambas naciones. Cuba está buscando nuevos horizontes en el plano mundial y México debe ocupar un lugar prioritario en el futuro de la isla.
La delegación mexicana que les reciba en Mérida hará bien si piensa en cubano. ¿A dónde van y qué quieren hacer? El primer dato es que La Habana se encuentra en un doble proceso de apertura económica en lo interno y de diversificación de sus contactos en el plano externo. A lo largo del tiempo han ido cambiado de socios preferenciales, desde los soviéticos a los chinos y de Brasil y Venezuela, hasta llegar a la reanudación de relaciones diplomáticas con Estados Unidos que, a querer o no, tendrán un impacto sobresaliente sobre la vida futura de la isla.
El momento en que se produce esta visita del mandatario cubano es inmejorable para los intereses de México. Si bien muchos políticos y empresarios estadounidenses han mostrado interés en explorar e invertir en Cuba, sus propias leyes y la misma imposición del bloqueo les imposibilita para realizar negocios como en otras partes del mundo. En su debido momento llegarán esas inversiones de Estados Unidos y con el tiempo esa economía será la que tendrá mayor presencia en Cuba. Sin embargo, hasta que el Congreso norteamericano se decida a levantar el embargo —lo cual no sucederá mientras Obama siga siendo presidente— se abre la mejor ventana de oportunidades para un acercamiento político, cultural y de negocios entre México y nuestro vecino marítimo.
Pensar en cubano significa comprender que, después de medio siglo de hostilidad y de roces con Estados Unidos, harán todo lo posible por evitar que su proceso de apertura económica no desemboque en una concentración de intereses, inversiones y presencia de Washington en la vida cotidiana de Cuba. La diversificación de fuentes de inversión, de acceso a tecnologías y de apertura de negocios les inclina en estos momentos a buscar socios que tengan una característica principal; que no sean gringos. Ya se observa una presencia creciente de europeos, chinos y brasileños, y al mismo tiempo una relevancia menor de Venezuela, tan plagada de problemas internos que los cubanos han dejado de apostarle en el largo plazo.
Raúl Castro anunció que dejará el poder dentro de tres años. En ese momento llegará por primera vez a gobernar una generación que no cargó el fusil en la Sierra Maestra. El proceso de cambio será más intenso. De ahí que dejar muy claro el mensaje de que Cuba formará parte de las prioridades estructurales de la política exterior de México adquiere un carácter estratégico pues, a quererlo o no, la isla será un nuevo competidor de nuestro país en distintos frentes, claramente en el turismo, y también una fuente potencial de desarrollo y colaboración para el sureste mexicano y para el lanzamiento de una nueva y necesaria diplomacia hacia el Caribe. Pensando en cubano, seguramente La Habana apreciará que México llegue a tiempo y con iniciativas concretas. Lo peor que podría pasar en la visita de Castro es que no pase nada.
Internacionalista