Quienes firmamos el desplegado Por una cancha pareja para candidaturas independientes formamos un grupo por demás heterogéneo: lo suscriben artistas, escritores, médicos, científicos, abogados, deportistas y empresarios, por sólo mencionar algunas profesiones. Lo que une a este grupo tan diverso es el propósito de asegurar que los candidatos independientes puedan competir en pie de igualdad con los candidatos que presenten los partidos políticos. Al menos en ocho estados de la República, existen amagos para aprobar legislación que haga virtualmente imposible que los ciudadanos sin partido puedan postularse como candidatos. Estos intentos son violatorios de uno de los derechos esenciales de los mexicanos: el derecho a ser elegido democráticamente. Obligar a los mexicanos a que primero se hagan miembros de un partido para poder competir por un cargo público es violatorio de las garantías que les concede la Constitución.

Es un hecho claro y de naturaleza práctica que las candidaturas independientes deban ser reguladas. Resultaría imposible poner en la boleta a los cientos o miles de potenciales candidatos y aspirantes que por el simple deseo de participar obtengan un sitio en las papeletas electorales. Sin embargo, esta realidad dista mucho de los requisitos desproporcionados que algunas legislaturas estatales intentan imponerle a ciudadanos que cuentan con un considerable apoyo popular y que pueden brindar una alternativa política frente a los candidatos de los partidos.

La mayoría de los mexicanos no forman parte de ningún partido político, ni lo desean. De hecho, a muchos les repele la forma como se conducen los partidos y los orilla a asumir una actitud apolítica, a criticar en las sombras y, el día de las elecciones, a anular su voto. En última instancia, el día de las elecciones estamos votando por personas específicas, salvo en el caso de los plurinominales que acceden al poder por cuotas de partido. No es por azar que el repudio más generalizado de los electores sea precisamente hacia los plurinominales: nos recuerda un sistema que da vida y presupuesto a las élites partidistas, sin mejorar la calidad de la representación popular.

Las candidaturas independientes constituyen el paso más importante en la vida política de México desde que el PRI perdió el monopolio absoluto del poder. Presentan la doble ventaja de animar a ciudadanos destacados a participar en la vida pública y que no lo harían y no lo han hecho desde la militancia partidista. La segunda ventaja es que ponen presión sobre los partidos tradicionales para hacer una mejor selección de candidatos y ganarse la simpatía de los votantes. Fortalecen la competencia y la oferta política. Quienes llevamos años pasando por las urnas, nos encontramos con boletas que nos dejan ciegos: ninguno de los aspirantes nos parece atractivo y, en el mejor de los casos, buscamos establecer balances entre los partidos o ejercer alguna forma de voto útil.

Es natural y positivo que los partidos, después del triunfo de El Bronco en Nuevo León, se encuentren preocupados por su futuro. Su reacción espontánea es la de poner la mayor cantidad de obstáculos posible al registro de candidatos independientes, en vez de analizar las razones por las que la sociedad les rechaza. Hoy corren un riesgo mayor: el partido que se oponga a las candidaturas ciudadanas dará pruebas de temor a la competencia y un deseo de mantener las prebendas que precisamente les alejan de la preferencia de los electores. La cancha debe ser pareja y, de momento, la pelota está del lado de los partidos.

Internacionalista

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