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La salida británica de la Unión Europea constituye un terremoto político. En los próximos meses seremos testigos de transformaciones profundas en el escenario internacional, la mayoría de ellas de signo inquietante para la estabilidad mundial. México no escapa a la ecuación.
Francia y Alemania se encargarán de que el divorcio sea lo menos terso posible para asegurar que ningún otro miembro de la UE se atreva a seguir el ejemplo británico. El peor escenario para París y Berlín sería que se desate una estampida general donde, una a una, las naciones europeas decidan retirarse del mecanismo de integración. Sin el equilibrio que significaba la presencia del Reino Unido, Alemania será la potencia dominante. La nueva Europa será un espacio germánico. La extrema derecha en Francia exige celebrar su propio “Frexit”, mediante un referéndum que provoque la salida del espacio común europeo.
Otros movimientos nacionalistas en Países Bajos, Dinamarca y la misma Alemania buscan aprovechar la inercia generada en Londres para salir de la UE o, cuando menos, repudiar las políticas hacia los migrantes y refugiados que intentan llegar a sus territorios. La salida del Reino Unido, la segunda potencia más grande de Europa, necesariamente restará vitalidad a la economía continental y hará más penosa la recuperación del empleo, el crecimiento y alguna solución a la deuda de países como Grecia. Así, desde el jueves 23, la UE está pasando de ser un espacio de colaboración a uno de tensión. Europa está arriesgando el valor más importante que representó la UE: garantizar la paz y la seguridad en el continente.
Al interior de Reino Unido, el desafío más inmediato es la fragmentación del país. Hace dos años, Escocia rechazó la independencia ante la amenaza de Londres de sacarlos de la Unión Europea. Ahora ya no tienen nada que temer. La decisión de Inglaterra y Gales les lleva al mismo destino. Esta semana, los escoceses votaron masivamente por mantenerse dentro de la Unión Europa. Es predecible que Escocia realice un nuevo referéndum y, esta vez sí, decidan separarse del Reino Unido. Para Irlanda del Norte el reto es aun mayor, pues serán la única porción de Europa Occidental con fronteras entre un país de la UE y otro que ya no lo será. Especialmente delicadas son las insinuaciones de republicanos irlandeses de buscar la reunificación de toda Irlanda. El Brexit podría desembocar en un regreso al pasado sangriento entre las dos partes de la isla.
No obstante, los aspectos más preocupantes de la decisión británica son los de alcance global. Para Rusia, el referéndum resultó un día de fiesta. La expansión de la UE hasta las fronteras rusas, concretamente en los países del Báltico y hacia Ucrania, sumado a las sanciones económicas de la UE, eran el principal punto de fricción entre Moscú y sus vecinos occidentales. Una Europa debilitada acerca al gobierno de Putin a su sueño de volver a ser la superpotencia que pueda rivalizar con Estados Unidos. Una versión remasterizada de la Guerra Fría, donde Rusia le robe fichas a la UE en Europa Oriental es un escenario altamente factible.
Finalmente, el Brexit tiene implicaciones importantes para América del Norte, nuestra región. Más allá de la sacudida en los mercados y en la cotización de las monedas (que ya impactó al presupuesto y al peso mexicano), el auge de los nacionalismos y su consecuente rechazo a los migrantes juega en favor de la campaña de Donald Trump. Ni tardo ni perezoso, el magnate inmobiliario se hizo presente en Escocia, el mismo día del referéndum británico, para inaugurar un campo de golf de la firma Trump. ¿Casualidad?
Sus declaraciones fueron de felicitación al pueblo británico por atreverse a “hacer grande al Reino Unido nuevamente”, al igual que él quiere hacerlo por Estados Unidos. El aislacionismo nacionalista de los británicos le viene como anillo al dedo para decirle a los electores norteamericanos que esa es la vía moderna, la nueva moda en el mundo: rechazar los acuerdos internacionales y poner muros a la migración y a cualquier expresión cultural extranjerizante. Esto entra en perfecta sintonía con las ideas Trumpianas de levantar una barda en la frontera, expulsar a los indocumentados y repudiar el Tratado de Libre Comercio con México y con Canadá.
Aunque Trump pierda las elecciones, el daño ya está hecho para la percepción de México en Estados Unidos: los acuerdos de libre comercio le quitan empleos a los estadounidenses y los migrantes son unos indeseables (como acabó ratificándolo, por cierto, la Suprema Corte de Justicia de EU esta misma semana al rechazar la amnistía ofrecida por Obama a quienes llegaron a ese país como menores de edad).
Así las cosas, el Brexit posee las semillas de una nueva era para el mundo; una era de mayor intolerancia política, nacionalismos exacerbados, rechazo a lo extranjero, construcción de fortalezas, políticas proteccionistas y repudio a los esquemas de concertación internacional. Los historiadores más conscientes del planeta deben estar con los pelos de punta.
Internacionalista