Leer a Rubem Fonseca es volver a nacer. Retoña la mirada, los sueños, el gusto por el vino, la comida y las tramas inteligentes; además se vuelve a creer en la literatura como una posibilidad de estar en el mundo sin mayor culpabilidad. He leído de una tirada El Seminarista, en traducción del legendario Basilio Losada, publicado por RBA en 2011, en Barcelona, España. Señala el maestro que, “para un matador profesional lo peor del mundo es tener conciencia” y con eso nos abre las puertas del bajo mundo y de su interrelación con el ¿alto mundo? Universo de la gente del dinero de la ciudad de Río de Janeiro, donde recientemente la corrupción en el deporte mexicano quedó en dolorosa evidencia.

Rubem Fonseca, maestro de al menos tres generaciones de escritores latinoamericanos, nació en Minas Gerais, Brasil, en 1925, es doctor en Derecho, premio FIL de Guadalajara cuando se llamaba Juan Rulfo y un poderoso referente de la literatura brasileña contemporánea. En esta novela exhibe una vez más su incuestionable talento para crear un personaje fuerte, irónico, amante de las reglas de su oficio y un experto a la hora de proceder. Le dicen el Especialista porque eso es, pero fue seminarista varios años, sabe latín y es un lector compulsivo de poetas. Cita sin dudar a la mayoría de los clásicos griegos y latinos y muestra cómo muchas de sus ideas aún regulan nuestra cotidianidad. “La lujuria es una sed desgobernada”. Le encantan las mujeres y hacer el amor toda la noche con cualquiera, declara que sigue a Nikos Kazantzakis cuando expresa: “Un hombre de carácter tiene que acostarse con cualquier mujer que esté dispuesta a que se la tiren”, sin embargo, un día se enamora y toda su atención es para Kirsten, una esbelta brasileña con senos del tamaño de un huevo y cara de ángel. “Los ojos son las guías del amor”, cita a Propercio la primera vez que se reúne con esta belleza de ascendencia germana y como ambos son de placeres largos, cita a Terencio: “Los amantes son dementes.” Y es justo cuando la vida no está en otra parte.

Fonseca es un autor que trabaja sobre estructuras fijas y no permite ramificaciones innecesarias. La historia, contada en primera persona por el seminarista, es tan precisa como los granos de arena un reloj. La dinámica del discurso se sustenta en una mezcla de avances y retrocesos leves, en una trama sin fisuras y en una intensa interacción entre los personajes. Cámara rápida. El Empresario, Ziff, Sangre de Buey, D. S., Suzane, Gamela, no se plantean como tipos contemplativos, viven en movimiento en restaurantes, fiestas, sus departamentos, calles y otros espacios donde queda definido su carácter y su poder. Pronto, los campos de ficción de concretan, el Especialista se jubila y piensa que puede vivir tranquilamente. Su patrón, el Empresario, se lo permite. Poco a poco valora su nueva situación y comprende que la vida se hace también con los reflejos del pasado; no se siente atrapado pero siente que está allí, palpitando más de lo necesario. Eso lo obliga a abandonar su zona de confort en que “solo experimentaba las emociones de la cama y de la biblioteca”, para poner, primero un pie en el mundo real y después el otro, y no tarda mucho en estar enganchado en situaciones de sicariato en que los destinarios no le son ajenos y, es entonces, donde el arte de Fonseca se manifiesta.

Hay una receta y excelentes platillos, Kirsten cocina “Eisbein, que es jarrete de cerdo cocido con pimienta, nuez moscada, paprika picante y paprika dulce, vino blanco, miel, laurel, cebolla rayada, azúcar y sal”; nos cuenta que el vino tinto es antioxidante, combate la vejez y contiene resveratrol con efectos anticancerígenos. Una maravilla. El autor comparte con sus lectores su gusto por la buena vida, mientras el seminarista trata de explicarse los acontecimientos que lo envuelven sin atreverse a tomar de nuevo su pistola. Tiene salud, dinero y amor, sin embargo, se da cuenta de que en el mundo moderno no bastan, alguno de ellos se pierde en la intransigencia de la vida contemporánea. Recibe algunos golpes que inducen sus reflexiones por otros caminos y la desgracia que nunca falta le llega. Podría decir que El Seminarista es una novela breve, pero está tan llena de elementos que por muchas páginas no aprecié esa virtud; simplemente, es una gran novela policiaca, estoy seguro que la apreciarán y después de leerla querrán todavía más al maestro Rubem Fonseca. Claro que sí.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses