Venezuela se encuentra en una grave situación política y económica que amenaza con escalar aun más la violencia que ese país sudamericano ha vivido en los últimos años. El gobierno del presidente Nicolás Maduro busca crear un mecanismo (la Asamblea Constituyente) que en los hechos desplazará a la oposición legislativa venezolana.

En el pasado, México se mantuvo al margen, ofreciendo únicamente sus oficios como mediador entre las partes. Hoy, las cosas han cambiado en mucho. El gobierno del presidente Peña Nieto se ha mostrado duro ante los constantes intentos de Maduro por deshacerse de su oposición interna.

Ayer se presentó quizá el mayor ejemplo de ese nuevo activismo mexicano en temas de derechos humanos y libertades políticas en el mundo. A partir de hoy México entregará a Estados Unidos información fiscal y financiera de funcionarios venezolanos, con base en los acuerdos de cooperación bilateral y multilateral para detectar posibles ilícitos, dijo la subsecretaria de Hacienda y Crédito Público (SHCP), Vanessa Rubio

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, criticó (era previsible) a los que llamó gobiernos “súbditos” de sus homólogos de Colombia y México, Juan Manuel Santos y Enrique Peña Nieto, por sumarse a Estados Unidos en las medidas que el gobierno de Donald Trump activó contra funcionarios del país sudamericano.

¿Debería México abstenerse de comentarios y acciones frente a lo que ocurre en Venezuela? Habría que segmentar primero en dos partes la respuesta.

Por un lado, está la discusión general en torno a si nuestro país tendría que mantener la añeja política de no intervención que imperó durante el siglo XX. Ésta trajo prestigio al país, sí, pero era también lógica en el contexto de la guerra fría. Una vez que el mundo dejó de ser bipolar, México cambió también.

Por otro lado está la pregunta de si México tiene la “autoridad moral” para criticar a Venezuela. Como lo ha dicho el propio Maduro, nuestro país tiene muchos problemas y muy graves, la violencia criminal entre ellos. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en Venezuela, en México todavía se critica al Presidente y a su gobierno, sin que eso implique el encarcelamiento o el exilio de los líderes opositores.

A pesar de lo anterior, la posición activa del gobierno mexicano viene con una responsabilidad. Así como critica a los otros países, debe cuidarse de no caer en los errores que condena. Para el país vendrá dentro de poco una elección presidencial que amenaza con polarizar a la clase política y a la población.

La tentación de arrollar, con el poder del Estado, a la oposición, no es ajena a la historia política de México. Las regresiones —como lo demuestra Venezuela— son posibles. La postura de nuestro país frente a lo que ocurre en la nación sudamericana obliga a los políticos mexicanos a ser congruentes con estas convicciones.

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