La tecnología irrumpe en el quehacer cotidiano para elevar la calidad de vida y facilitarnos las actividades diarias. Sin embargo, descuidos, desconocimientos o engaños, mientras estamos conectados al mundo virtual, pueden costarnos caro y afectar el patrimonio individual o familiar.

Datos de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) refieren que en 2016 las quejas por fraude cibernético aumentaron 123%, que representó un total de un millón 700 mil reclamos. La gran mayoría de esos casos se da por robo de identidad. Para los delincuentes basta con escuchar la clave de una contraseña, saber la fecha de nacimiento o acceder a documentos de las personas para abrir cuentas bancarias o adquirir créditos a nombre de otra persona.

A la población en general le falta conocer más de los riesgos que representa la tecnología en casos tan sencillos como identificar un correo legítimo y uno falso, situación más utilizada por criminales para obtener principalmente datos de cuentas bancarias. Otras situaciones de peligro también pasan inadvertidas, como llevar encendido el wifi del celular, tener notas en el teléfono con contraseñas de cuentas bancarias o de correos, o utilizar la banca móvil en sitios públicos de internet.

EL UNIVERSAL informa hoy que los bancos están listos para aplicar nuevas medidas y combatir el robo de identidad, pero están a la espera de que la regulación cumpla con los pasos requeridos para entrar en vigor. El proceso para la publicación de la norma lleva meses y todavía tomará otros más. En este caso la celeridad debe ser primordial para blindar a los usuarios de servicios financieros del mal uso de sus datos personales.

Algunos de los bancos que operan aquí utilizan la más moderna tecnología en otros países para atacar ese delito. ¿Por qué tendrá que ponerse en marcha en México hasta que sea un requerimiento obligado de la autoridad financiera? Actualmente un mínimo de instituciones bancarias ha adoptado esa tecnología por decisión propia.

En el momento que se adopten mayores controles de seguridad —como el uso de datos biométricos: reconocimiento facial, de iris, huellas dactilares— los bancos tendrán que explicar de manera convincente cómo quedarán a resguardo, para generar confianza entre sus clientes y que las medidas no generen un efecto contrario, y se genere temor poner a disposición de las instituciones de crédito más datos personales.

El proyecto debe hacerse lo antes posible. No se puede permitir que parte del patrimonio individual o familiar esté en riesgo por un ilícito contra el cual se pueden adoptar —ya— mayores medidas de seguridad.

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