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Actualmente en México, como en el resto del mundo, el consumo de drogas, legales y no, va en aumento. Y aunque en el contexto internacional nuestro país tenga un relativamente bajo nivel de consumo de estupefacientes, no es opción para nuestra clase política posponer el diseño y discusión de políticas públicas en la materia —entre las cuales tendrá que estar necesariamente el debate sobre la legalización y regulación de algunas drogas—, pues como bien lo sabe la sociedad mexicana tras más de una década de lucha contra el narcotráfico, además de tratarse de un tema de salud pública, hablamos de uno de seguridad.
En este contexto, ejercicios como la encuesta realizada en México por la organización internacional Global Drug Survey (GDS), con sede en Gran Bretaña, sobre el uso de drogas lícitas e ilícitas en nuestro país, ayudan a dimensionar en justicia este fenómeno —hoy lleno de mitos, prejuicios, falsas creencias y desinformación— para evaluar lo hecho hasta ahora en el rubro de las adicciones, así como para emprender el diseño de nuevas estrategias en la materia, con un enfoque alternativo y más humano.
Y debido a que en particular la legalización de la marihuana para uso lúdico —hoy ya es legal para fines médicos— es inminente en México en el mediano o largo plazos, resulta interesante revisar algunos datos de la encuesta mencionada, como el hecho de que en México la cannabis es la droga ilegal de mayor consumo, con un índice más elevado entre los hombres. Sobre los hábitos de consumo, tres de cada cuatro usuarios de esta hierba afirman que suelen fumarla una o dos horas antes de dormir, para relajarse previo al cierre de un día cualquiera. Del total de encuestados, 65% reportó tener un empleo y sólo 11% ser desempleado. Por sus edades, la mitad es menor a 25 años; 36% oscila entre los 25 y 34; y 14% tiene más de 35.
Ante lo anterior, la conclusión de GDS es que en México existe una población usuaria de drogas permitidas y otras prohibidas que maneja su consumo de ‘forma responsable’, debido a sus altos niveles de educación y empleo, por lo que no puede considerarse como adicta ni propensa a recibir ayuda por parte de instituciones de salud pública, además de que la mayoría de estos consumidores no cree tener un uso problemático en su vida y tampoco busca un tratamiento para ello.
Observamos pues que no todo uso es necesariamente adicción, lo cual desde luego no significa que el consumo en todo el país sea de esta manera. Lo importante es ver de forma actualizada —las últimas cifras oficiales datan de 2011 con la Encuesta Nacional de Adicciones—, a través de estos datos, que el fenómeno del consumo de drogas en México tiene muchos matices y aristas.
Algo que les vendría muy bien saber a nuestros políticos, tan ‘preocupados’ por el consumo de drogas, pero tan pasivos en la elaboración y redacción de una legislación moderna.