El terrorismo dio ayer un golpe más sobre Europa, ahora en una de las zonas consideradas más seguras del centro de Londres. Este atentado, que dejó cinco muertos, incluido el agresor, se presenta meses después de que el Reino Unido decidió dejar la Unión Europea y a una semana de que inicie de manera formal el proceso de desincorporación. Una de las ideas que impulsaron al Brexit fue precisamente el rechazo a migrantes por temor a que su presencia fuera un detonante de actos terroristas.

Aunque aún no hay datos claros del atacante, es poco cierta la premisa de que el extraño, el que viene de fuera en busca de refugio, es un terrorista en potencia. Los informes finales del ataque de julio de 2016 en Niza señalaron, por ejemplo, que esa agresión fue orquestada por ISIS de manera remota al reclutar por medio de las redes sociales a los operadores, que ya se encontraban en el país.

Por más seguridad que se tome, siempre hay resquicios para quienes se han planteado el atentado como vía para causar miedo y lograr un triunfo en su lucha ideológica y fundamentalista.

Este tipo de hechos sólo contribuye, en la nación agredida, a la consolidación de grupos de extrema derecha que, al igual que los atacantes, poseen un punto de vista parcial y radical. Baste recordar el asesinato de la diputada laborista Jo Cox, en 2016, cometido por un fanático ultraderechista una semana antes de la votación del Brexit, y luego de que publicó un artículo en el que se declaró en favor de la inmigración y de la permanencia de su país en la Unión Europea.

Por el contrario, los principales afectados son los grupos minoritarios compuestos por refugiados o inmigrantes, que serán nuevamente señalados y discriminados por hechos en lo que nada tuvieron que ver.

El miedo no debe ser al de fuera, sino a las políticas de gobierno que han beneficiado únicamente a grupos específicos de la sociedad y han olvidado a sectores vulnerables, los cuales nunca han visto —o acaso muy poco— los beneficios de la llamada globalización.

Ese es en realidad uno de los mayores riesgos. La marginación y la falta de oportunidades para jóvenes —sean inmigrantes o ciudadanos de países europeos— es el mejor combustible para crear resentimiento y la eventual aparición de ataques. Ya sea que ese sector se sume a causas fundamentalistas religiosas, impulsoras del terrorismo cruento, o al extremismo de derecha, también violento. Ahí radica el el verdadero peligro.

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