Desde que EU declaró la guerra a los grupos del crimen organizado, al inicio de la década de los 70, los resultados han sido poco exitosos. Las bandas han tomado más fuerza y los índices de drogadicción no ceden.

Donald Trump firmó ayer órdenes ejecutivas para atacar a los cárteles del narcotráfico, tarea que encomendó al Departamento de Justicia y al Departamento de Seguridad Nacional, el mismo camino que ha dominado en las últimas décadas. En su dictamen no se anuncian acciones en materia de prevención o de salud, mucho menos de colaboración con otros países, como estrategia ante el crimen organizado.

El actual gobierno estadounidense parece cerrar los ojos al cambio que está ocurriendo incluso en su territorio. En las elecciones del pasado 8 de noviembre tres estados avalaron el consumo recreativo de la marihuana: California, Nevada y Massachussets, mientras Arkansas y Dakota del Norte se sumaron a las casi dos decenas de estados donde está legalizado el uso medicinal de la cannabis.

Organismos internacionales están empujando una transformación en la manera en que se aborda el tema. Hace unos meses el pleno de las Naciones Unidas emitió una resolución en la cual pide a los países que la integran privilegiar la intervención social por encima del empleo de la fuerza.

Parecía que Estados Unidos había apostado a permitir que las personas que elijan el consumo de marihuana se informaran sobre los riesgos que ello conlleva, para terminar con un negocio ilegal que deja millones de dólares a grupos delictivos.

La medida que se conoció ayer en Washington va en sentido contrario. Decide tomar la ruta que ha prevalecido en los últimos años sin el mínimo resquicio para permitir una vía diferente, a pesar de que en octubre pasado el entonces aspirante republicano a la presidencia de Estados Unidos dijo que de llegar a la Casa Blanca permitiría a cada estado decidir sobre la legalización de la marihuana, y de que antes se había manifestado a favor de su uso medicinal. Quedó atrás la posición progresista.

El uso de la fuerza para combatir el problema de las drogas en nada ha resuelto la situación. No hay más que argumentar. La tendencia en el mundo occidental es dejar atrás el prohibicionismo al tiempo que se da una legalización gradual de una droga como la marihuana y se adopta un enfoque de salud y de prevención. ¿Por qué insistir en apostarle a una estrategia fallida?

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