La convivencia social nunca ha sido fácil, por esa razón desde tiempos ancestrales las primeras grandes culturas de la humanidad han adoptado reglas para la vida en conjunto. Las normas más antiguas se escribían en piedra como representación de su carácter inamovible. Actualmente cada país cuenta con una Constitución que da orden a su vida pública. La que rige actualmente en México cumplirá 100 años el próximo domingo.

Tener un conjunto de leyes fundamentales, sin embargo, no significa legalidad plena. De acuerdo con los resultados de la Tercera Encuesta Nacional de Cultura Constitucional, realizada por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, la mayor parte de la población (más de 90%) acepta que conoce poco o nada de la Carta Magna.

Preocupa que porcentajes alrededor de 50% se inclinen por aspectos que denotan la carencia de una cultura de la legalidad, como avalar la tortura, respetar la ley para no ser criticado por los demás o porque es un deber moral.

El ejercicio debe convertirse en una herramienta para identificar los puntos débiles que hay que revertir.

El cumplimiento de la ley se aprende en la familia, en la escuela y en la vida diaria. Desde respetar la luz roja de un semáforo o pagar impuestos –por parte del ciudadano común– hasta cumplir con el uso correcto y transparente del presupuesto –por parte de la autoridad.

Actitudes fuertemente arraigadas no cambiarán de un día para otro, pero es necesario que gobierno y grupos sociales sumen esfuerzos para modificar la imagen de país en donde la ley no se cumple.

Construir una sociedad en la cual la cultura de la legalidad domine en todos los ámbitos (público, familiar, escolar, etc) debe convertirse en uno de los principales objetivos que debemos plantearnos como país. Hay que aprovechar que en los días y semanas por venir el tema del centenario de la Constitución estará presente en la opinión pública para reforzar la importancia de la ley fundamental, pues nuestros derechos y obligaciones están plasmados en ella.

Probablemente a gran parte de la población sorprenderá que los preceptos que contiene la Constitución Mexicana establecen el marco ideal para la sana vida pública. Desde los derechos humanos, trabajo, educación, la vida política, relaciones de México con el exterior. Todo ello, lamentablemente, de poco servirá si no se conoce y, peor aún, si no se cumple.

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