Hace apenas unos días, Donald Trump se convirtió en el nuevo presidente de Estados Unidos. Como estaba previsto, sus primeras decisiones incluyeron la orden de salida de su país del Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica, además de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. El republicano va a cumplir sus promesas de campaña más sonadas.

En nuestro país está clara la importancia de la relación bilateral en términos políticos, económicos y sociales, aunque también permanece la zozobra respecto de lo que vendrá en el futuro inmediato. Por ello, es afortunado que tan solo horas después de la toma de protesta de Trump, los gobiernos de México y Estados Unidos anunciaron que los presidentes de ambas naciones se reunirán el próximo 31 de enero.

El presidente Enrique Peña Nieto acentuó ayer que la soberanía de ambos países, el mutuo respeto, una visión constructiva y propositiva, la integración de Norteamérica y una negociación integral serán los principios sobre los cuales se asentará la nueva relación México-Estados Unidos. Desde su óptica, todo ello deberá tener efectos en las políticas y acuerdos a los que lleguen los gobiernos en el nuevo contexto global.

Así pues, México apuesta por la mutua necesidad económica y comercial, en el marco de una región unificada. Sin embargo, Peña Nieto delineó una visión que no solo parece alejada de las expectativas del nuevo inquilino de la Casa Blanca, sino contrapuesta a lo que Trump ha predicado de forma consistente. ¿Han calculado las autoridades diplomáticas nacionales algún escenario en el que su expectativa no se cumpla?

El gobierno mexicano es claro: las armas para lidiar con Trump son el diálogo y la negociación. Acierta cuando afirma no creer en los muros sino en los puentes, al llamar a la unidad de los mexicanos frente a los retos que se avecinan. La sumisión y la confrontación son inadmisibles en un panorama como el actual. México no puede aceptar de Estados Unidos sino un trato entre iguales, entre vecinos cuyo intercambio es fundamental para el desarrollo compartido.

Más allá de la retórica, sigue faltando un mensaje contundente al gobierno de EU sobre la dignidad nacional. Los gobiernos de Campeche y San Luis Potosí, por ejemplo, han determinado no comprar automóviles Ford para usos oficiales. Si bien se trata de medidas políticas, dejan clara la desaprobación generalizada al proteccionismo de Trump.

De cara al 31 de enero es oportuno dejar claro a EU que sin trato digno, no hay futuro común posible. De lo contrario, ¿cuáles serán los asideros de la nueva agenda compartida?

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