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La salida del Reino Unido de la Unión Europea y la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos son parte de un mismo problema global. Ambos fenómenos se produjeron como consecuencia de una creciente tendencia en el mundo occidental de decepción frente a la democracia; de promesas incumplidas de prosperidad vía el libre comercio, y de los temores ante la inmigración desde países menos desarrollados.
Dentro de esa concepción del mundo, según la cual la globalización ha deteriorado la “grandeza” de las viejas potencias, México se ubica como posible próxima víctima. El discurso aislacionista del presidente electo estadounidense consiste en mucho más que solo el muro en la frontera con México; incluye un cambio en la política migratoria y una revisión a la alianza comercial con América del Norte.
De cara a la eventual renegociación del TLCAN —fuente principal de riqueza de México— urge encontrar alternativas de ingreso. El desarrollo de la economía interna es una de las vías más necesarias. De hecho, antes de la amenaza Trump ya se mencionaba como indispensable la construcción de un mercado propio capaz de absorber la producción nacional.
En ese contexto hay que tomar la noticia dada a conocer por Gerardo Gutiérrez Candiani, jefe de la autoridad federal para el desarrollo de las Zonas Económicas Especiales (ZEE): inversionistas extranjeros y nacionales han puesto interés en cinco ciudades donde prevén inyectar 41 mil 505 millones de dólares en los próximos cinco años.
Los 16 proyectos, dice Gutiérrez Candiani, aliviarían parte de la presión laboral que traería a México la deportación de los millones de migrantes indocumentados que Donald Trump planea realizar. No son personas cualquiera quienes regresan; son trabajadores bilingües, capacitados, con oficio.
La creación de nuevos proyectos de desarrollo al interior del país no sustituirán las fuentes primarias de riqueza de la noche a la mañana, pero aunque no lo logren, la decisión de levantar zonas del territorio con su propia fuerza es la correcta.
La escasez y la necesidad han llevado a otros países en su historia a encontrar vías de prosperidad antes no pensadas. Es por eso que la falta de recursos internos en naciones como Japón o Singapur les llevó a encontrar fortalezas nuevas.
Por sí mismos los nuevos proyectos de inversión tendrían que ser apenas un aliciente para, en torno a ellos y a otros próximos, invertir en la infraestructura que haga al país menos dependiente de la exportación hacia Estados Unidos. Si es así, llegará el punto en el futuro en que veamos la amenaza de una crisis como el punto que permitió un redescubrimiento en México.