Hay datos comprobables de que la seguridad en México se está haciendo más frágil. Repuntan las tasas de homicidio en Chihuahua, Guanajuato muestra incrementos elevados, en Guerrero y Tamaulipas hay nulo o poco avance para contener la violencia. En Michoacán parecen alternarse periodos de calma con periodos convulsos.

A todo lo anterior se agrega en varias entidades el hartazgo de la población contra el robo común (a casa o en transporte público), por lo que deciden actuar contra el agresor por iniciativa propia, poniendo en riesgo su vida o la de los demás. En esta semana los casos de tres mujeres, en Aguascalientes, que mataron a cacerolazos a un asaltante que ingresó a su domicilio, y el de un pasajero de un autobús que mató a cuatro personas que despojaron de sus pertenencias a los ocupantes de la unidad en la autopista México-Toluca desataron un debate sobre la pertinencia de ejercer justicia por propia mano. Días antes, en Ecatepec, aunque con menor difusión, se dio también el reporte de un hombre que asesinó a un sujeto que intentó asaltar a su hija.

En redes sociales, el ciudadano común ha mostrado apoyo para estos “justicieros”, pero el riesgo de llenar el vacío que ha dejado la autoridad en el combate al crimen —la única autorizada para ejercer justicia— es grande. En el caso ocurrido en Aguascalientes, familiares de la víctima fallecida advirtieron que vengarán la muerte del joven muerto a cacerolazos. No sería raro escuchar advertencias iguales de familiares de las cuatro personas muertas por el pasajero del autobús. Nos encontramos a muy poca distancia de que se generen círculos viciosos de enfrentamiento social.

Otro riesgo previsible es el siguiente: ¿qué habría pasado si los asaltantes en la México-Toluca hubieran repelido el ataque del “justiciero”? Caben todas las respuestas, pero muy probablemente estaríamos hablando de víctimas colaterales.

Ante la inseguridad, armar a los ciudadanos no debe ser la opción a la cual hay que apostar. En materia de combate a la criminalidad se requiere que los programas, estrategias y las acciones trasciendan a personas y gobiernos para comenzar a percibir logros. Que lo que hizo bien un gobierno no sea echado por la borda por aquellos que lleguen al relevo en el poder.

Pero el fenómeno no estará bien abordado si no va acompañado de otros programas transversales. Se requieren programas de empleo en zonas marginadas, programas de impulso al deporte y de creación o mejoramiento de zonas deportivas, así como el apoyo a la difusión de actividades culturales. El problema tiene muchas aristas que deben ser consideradas, si lo que se busca es una solución duradera.

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