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El papel de la mujer en la sociedad global se ha modificado desde hace un siglo. Su presencia en el campo laboral, científico, deportivo, empresarial y político es prominente, aunque indudablemente debe ser mayor.
Sin embargo, a este escenario lo cubre una sombra que no puede ocultarse: la violencia contra mujeres y niñas. Y es en el hogar donde pueden encontrarse los mayores riesgos.
De acuerdo con cifras de la ONU, en el mundo 33% de las mujeres ha sufrido violencia física o sexual, principalmente por parte de su pareja, pero en México, de acuerdo con datos de Inegi, casi la mitad (47%) de las mujeres ha sido víctima de agresión por parte de su pareja.
La agresión en el hogar es un tipo de violencia que en casos extremos termina con la vida de la mujer. En 2015 en México se registraron 6.2 asesinatos de mujeres al día y en casi nueve años la cifra es de 20 mil mujeres asesinadas, en muchos de los casos la característica fue la saña contra la víctima. Gran parte de las muertes se dieron por el hecho de que eran mujeres y alentados por un sentimiento de misoginia.
En México, si en alguna zona persisten asesinatos contra mujeres pueden emitirse Alertas de Violencia de Género, un mecanismo que incluye varias acciones de prevención que tienen como objetivo erradicar la violencia feminicida. Pero con frecuencia la actitud de gobiernos estatales poco ayuda a eliminar el fenómeno. Ante crímenes contra mujeres, la autoridad local se resiste a aceptar la declaratoria de alerta por cuidar la imagen oficial, sin tomar en cuenta que la adopción de medidas es parte fundamental para evitar que se repitan hechos de ese tipo.
¿Qué se puede hacer para eliminar o reducir la violencia contra la mujer? La ONU convoca a los gobiernos a destinar parte de su gasto al apoyo de movimientos de mujeres y organizaciones de la sociedad civil, así como al sector privado a asumir la responsabilidad que les toca.
A lo anterior hay otras acciones que se pueden sumar. Desde el hogar, por ejemplo, a terminar con aquellas viejas prácticas de definir tareas domésticas “sólo para niñas” y otras “para niños”. La adopción desde la infancia de roles “femeninos” o “masculinos” contribuyen sólo a acentuar diferencias y a alejar la opción de igualdad, así como a establecer como “normal” una falsa superioridad del género masculino.
Ante la magnitud del problema debe darse a los grupos civiles la posibilidad de señalar feminicidios, proponer campañas de concientización y sugerir reformas legales.
La mujer tiene derecho a una vida libre de violencia y contra ello, lo peor que puede ocurrir es la parálisis.