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Hay entidades en las cuales la violencia se ha enquistado de tal forma que a pesar de operativos estatales y federales los crímenes no dejan de producirse. Guerrero es el ejemplo más claro de ello.
De enero a julio de 2016 la tasa de homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes fue 283% mayor que el promedio nacional, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Otro indicador de la situación proviene del Índice Global de Paz 2016 que se dio a conocer esta semana; en él la entidad encabeza la lista de entidades menos pacíficas del país.
La violencia se hizo manifiesta nuevamente ayer luego de que fueron encontrados los cuerpos de un regidor del municipio de Chilapa, de su chofer y de su escolta. Hace unas semanas el alcalde de Pungarabato y su chofer fueron asesinados cuando volvían de Huetamo a pesar de contar con guardaespaldas federales.
Chilapa lleva más de un año siendo blanco de hechos violentos. El 13 de mayo de 2015 el candidato del PRI a la alcaldía fue asesinado al regresar de un acto proselitista. En lo que va de la actual administración suman seis funcionarios municipales asesinados, incluidos los de ayer.
Pero Chilapa no es el único foco rojo, la violencia parece ser permanente incluso en lugares como Acapulco, donde hay un promedio de cuatro asesinatos al día.
La violencia del narcotráfico se sufre más en los pequeños municipios. Los alcaldes, muchos con recursos mínimos para labores de seguridad, enfrentan presión de los grupos criminales sea para tener paso libre por el territorio o incluso para asignar a funcionarios en la administración municipal. No alinearse a sus demandas coloca en riesgo sus vidas.
¿Qué ha hecho la autoridad estatal para investigar y apresar a los responsables? ¿Una vez más tendrán que acudir fuerzas federales para asumir tareas de seguridad? Las corporaciones locales son las primeras que deben adoptar el compromiso de enfrentar la inseguridad. La capacitación, profesionalización y dotación de equipo deber ser los mínimos requisitos con los que deben contar. De no ser así hay pocas esperanzas de contener a los grupos delictivos.
Guerrero tiene años sumido en situación de violencia. Se han dado cambios de administraciones, así como operativos federales, pero los resultados son escasos: la violencia continúa imparable. ¿Cuánto tiempo más persistirán las condiciones de inseguridad que dominan en el estado? ¿Se mantiene la coordinación entre los tres niveles de gobierno? Por los hechos que colocan a Guerrero como el estado más violento del país, muy poco parece estar funcionando.