La relación bilateral más importante que tiene México es la que se da con Estados Unidos; lo que ocurra en esa nación tiene un impacto aquí, para bien o para mal. Por ese motivo, la invitación a visitar el país que se le hizo a Donald Trump era un paso necesario para tender puentes con una de las dos personas que pueden llegar a ocupar la presidencia estadounidense y que ha mostrado una mala imagen —equivocada— de México y de los mexicanos.
Aunque ha moderado su discurso, las expresiones antimexicanas con las que inició su carrera por la candidatura hacían urgente definir en una plática cara a cara la posición de México ante su punto de vista. El acercamiento de ayer buscaba demostrar que se pueden manifestar opiniones contrarias de manera civilizada y que se puede propiciar un diálogo con quien ha sido considerado “enemigo” del país.
Si bien la actitud que mostró el republicano se alejó de la estridencia que lo ha caracterizado, incluso llamó “amigo” al presidente Enrique Peña Nieto y expresó por primera vez la disposición a trabajar de manera conjunta con el país en la lucha contra el narcotráfico y para que ambos países resuelvan el problema de la inmigración ilegal, horas más tarde, en Arizona volvió a enfatizar sobre la construcción del muro y anunció la deportación inmediata de 2 millones de indocumentados de ganar la presidencia.
El efecto real de este encuentro sobre la relación bilateral no se verá hoy ni en los próximos días, sino únicamente si Trump resulta victorioso en las elecciones de noviembre, pero México no podía esperar al resultado para comenzar a rebatir las tesis que maneja el magnate neoyorquino.
Ante la ambigüedad de su discurso, el saldo está por conocerse. No basta con llamar amigo al presidente mexicano para asumir que hay una posición distinta.
La visita pudo haber causado malestar entre integrantes del lado demócrata —léase Hillary Clinton y muy probablemente Barack Obama—, por lo que toca ahora a la diplomacia mexicana la delicada tarea de tejer fino para restaurar los eventuales daños que haya dejado el encuentro con Trump. La invitación se extendió a los dos contendientes; si Trump utilizará la visita a México para elevar sus preferencias entre los electorales, una reunión entre Hillary y autoridades mexicanas debería causar el mismo efecto en su campaña.
Las críticas de grupos políticos, empresariales y civiles rodearon la recepción que se celebró en Los Pinos. Es cierto que los ataques al país no pueden quedar atrás por una hora de encuentro; sin embargo, peor hubiera sido no hacer nada ante lo que es visto como una amenaza para el país.