La amplia nota que publicó EL UNIVERSAL el jueves pasado era esperanzadora. El único gorila macho de tierras bajas occidentales –de nombre Bantú– viajaría del zoológico de Chapultepec a Guadalajara en un intento por lograr la reproducción del animal, cuya especie se encuentra en peligro de extinción. Un día después, el viernes 8, el diario tuvo que reportar la muerte del primate. El hecho escala ahora a otro nivel con las fotografías que exhiben un ejemplar destazado tras su necropsia y que hoy muestra EL UNIVERSAL. ¿Era necesario cercenar de esa forma el cuerpo? La autoridad deberá dar una explicación puntual.

Hasta ahora la versión oficial del fallecimiento es que se trató de un “lamentable evento”, pues la preparación del traslado se hizo conforme a protocolos médicos veterinarios internacionales; sin embargo, expertos señalan posibles errores y negligencia en el manejo de la situación.

Debido a que unas horas antes se había afirmado que Bantú gozaba de buena salud, es imperiosa la intervención de profesionales externos que expliquen la causa del fallecimiento.

Tras el deceso de Bantú han surgido voces que reclaman poner fin al encierro de animales en áreas urbanas (a miles de kilómetros de su hábitat natural), además de que critican los proyectos de reproducción en cautiverio, por considerar que tienen como único objetivo el negocio. Ningún zoológico ha realizado una reintroducción de animales a sus regiones de origen, cuestiona, por ejemplo el Proyecto Gran Simio.

El trato que el hombre da a los animales se encuentra una vez más en el centro del debate. Hace unos meses se abrió una discusión sobre la vida en los circos, que llevó a conocer las penosas condiciones en las que se encontraban muchos animales. Seguramente no todos los circos proporcionaban un mal trato, pero una pequeña jaula no puede ser el hogar de cualquier animal ni éste puede ser visto con el único fin de generar recursos. Hace un año, en julio de 2015, entró en vigor la ley que prohíbe utilizar animales salvajes en los circos.

El objetivo de los zoológicos puede parecer diferente, pues su misión es didáctica y de protección a especies en peligro de extinción, pero nunca podrán sustituir el lugar de origen de las distintas especies. En todas las circunstancias los animales de zoológico viven en un encierro, que les genera un estrés difícil de erradicar.

Los problemas sociales, políticos y de seguridad que vive México en ocasiones hacen que se pierdan de vista noticias como la de Bantú, pero cualquier país que se diga civilizado debe ofrecer un trato digno a los animales, incluidas las necropsias. Profepa, UNAM y la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México han mostrado interés en el caso. Ya se dio un avance en la situación de los circos, es hora de voltear hacia los zoológicos para determinar cuáles cumplen su función de manera correcta y en cuáles es necesario corregir el trato a los animales que ahí alojan.

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