La salida del Reino Unido de la Unión Europea no fue un accidente irrepetible, como algunos británicos han querido manifestar, arrepentidos, luego del referéndum que los puso fuera del grupo de 27 países. Se produjo como consecuencia de una tendencia creciente en el hemisferio occidental de decepción frente a la democracia; de promesas incumplidas de prosperidad vía el libre comercio, y de los temores ante la inmigración desde países menos desarrollados.

Dentro de esa concepción del mundo, según la cual la globalización ha deteriorado la “grandeza” de las viejas potencias, México se ubica como posible próxima víctima. Una elección en la cual salga victorioso el candidato republicano, Donald Trump, le daría legitimidad al empresario para llevar a la obra su discurso aislacionista, el cual consiste en mucho más que solo el muro en la frontera con México; incluye también un cambio en la política migratoria y una revisión a la alianza comercial con América del Norte.

En ese contexto cobra mayor importancia la reunión que celebrará esta semana el presidente Enrique Peña Nieto con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y el mandatario estadounidense Barack Obama. El demócrata va de salida (la elección por la Casa Blanca se define en noviembre), pero Trudeau apenas asumió el cargo hace unos meses. México y Canadá tienen la oportunidad de reforzar sus lazos, ojalá incluso sumar a Obama en esquemas de largo plazo, con el fin de enfrentar la eventualidad de un republicano enemigo.

La eliminación de la visa a mexicanos en Canadá es una gran señal de cercanía del primer ministro. A partir de ahí tiene que avanzar la discusión entre los países hacia una mayor integración. ¿Hay el suficiente intercambio educativo entre universidades de América del Norte? ¿Hay mayor posibilidad de unir cadenas productivas para competir, en conjunto, frente a gigantes de otros continentes? ¿Se limitará la cooperación en materia de seguridad al mero intercambio de inteligencia entre agencias de gobierno?

Todas ellas son preguntas que se hacen en cada cumbre y que siempre dejan la sensación de quedar sin respuesta. Frente al ensimismamiento europeo la reacción de América del Norte debe ser la contraria y muy sonora. El libre comercio ha demostrado sus beneficios, pero 22 años después quizá es hora de plantear cómo avanzar más hacia la misma dirección.

Por fortuna México no ha sido contagiado por el nacionalismo que cunde. La reciente elección de un izquierdista en Canadá muestra lo mismo. Ojalá haya algún avance con Obama antes de que la región quede “congelada” durante cuatro años de mandato —quizá ocho si se reelige— de Donald Trump.

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