Una de las mayores críticas que se ha hecho a los gobiernos mexicanos de este siglo XXI ha sido su falta de determinación para atacar los privilegios heredados por el viejo sistema. El lastre de una educación que no resistía criterios de calidad por oposición del sindicato magisterial data cuando menos desde hace 40 años. Por eso no es menor que ante la amenaza de la CNTE de cerrar escuelas y calles, el gobierno no ceda ni siquiera en sentarse a dialogar con ellos.

Desde el pasado 15 de mayo, miembros de de la CNTE mantienen un paro para exigir la reapertura de las mesas de negociación con la Secretaría de Gobernación. Así respondió ayer el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, a la exigencia: “Ese diálogo no tiene sentido y no vamos a aceptarlo porque no nos vamos a sentar a negociar la ley ni la caída de la reforma. No tiene ningún sentido”.

El secretario añadió que todos los planteles en Oaxaca y Guerrero están dando clase y lo mismo más de 95% de las escuelas en Michoacán y Chiapas. Es decir, una minoría habría hecho caso del paro magisterial. Aun si hay quienes no crean las cifras, es innegable admitir que en el último año no ha habido una sola manifestación de la CNTE que haya reunido a más de unos cuantos cientos de personas.

Cada vez más se disemina la percepción de que el área disidente del sindicato de maestros carece del poder para resistir a las decisiones de gobierno. Porque ahora sucede lo que nunca antes: se les amenaza con sancionar y dicha penalización ocurre. Esta semana la SEP comenzará a notificar a los más de cuatro mil maestros que serán dados de baja tras acumular cuatro faltas en un mes por participar en las protestas.

No tan sencilla ha sido la resolución del conflicto en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) porque el respaldo de la opinión pública a la mano dura contra los profesores de la CNTE no necesariamente se daría con este sector universitario. La sombra de las represiones estudiantiles del siglo pasado sigue marcando las acciones del Estado.

Sin embargo, la mejor herramienta del gobierno federal en este otro conflicto —como hace dos años fue en contra de la CNTE— no será el empleo de la fuerza, sino la exhibición de las razones que sustentan el movimiento de protesta.

Dos años de manifestaciones de la CNTE, lejos de generarles apoyo, alejaron a la ciudadanía de cualquier simpatía que hubiesen podido expresar a favor del magisterio. La gente distingue cuando una afectación al prójimo es justificada o no.

Por eso no tardará en caer por su propio peso la oposición de una centena de jóvenes al regreso a clase de 15 mil alumnos.

Las resistencias al cambio tienen sus límites.

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