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En meses recientes Cuba ha experimentado cambios políticos históricos. Sin embargo, dichos cambios se han registrado principalmente en el ámbito exterior y diplomático, y menos hacia adentro, en los campos de derechos humanos y libertades, desarrollo económico y calidad de vida de su población.
En este sentido, pareciera que el gobierno cubano juega de manera ambivalente, cuando se habla de política exterior e interior.
En la primera, por un lado, se ha registrado una apertura considerable, evidenciada en el restablecimiento de relaciones diplomáticas con EU y, más recientemente, al haber permitido un encuentro entre los jerarcas de la Iglesia ortodoxa rusa y la Iglesia católica. Asimismo al jugar un papel relevante en la mediación del conflicto entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Estado colombiano.
Muy distinto es el panorama proyectado por la política interior de la isla, donde aún hoy no existe un gozo pleno de libertades y derechos, y sigue siendo una deuda importante del régimen castrista la inclusión y el diálogo con la disidencia.
¿Por qué el gobierno cubano en control del Partido Comunista de Cuba (PCC) es “tolerante” y abierto hacia afuera y cerrado hacia adentro, con una población cada día más políticamente diversa, deseosa del cambio y abierta al mundo contemporáneo? ¿Por qué rechaza que un ciudadano cubano que no comparte el credo marxista-leninista se exprese libremente y pueda suponer para la sociedad toda una alternativa política? En otras palabras, ¿cuando se piensa dar el paso hacia la democracia en Cuba?
Barack Obama visitará la isla el mes entrante y, según ha anunciado, se reunirá no sólo con Raúl Castro, sino también con la comunidad disidente. Este acto podría ejercer presión para propiciar que en el país caribeño se dé el tan esperado diálogo. Es momento de que Castro, quien se ha anotado una serie victorias diplomáticas importantes como la decisión de EU de sacar a Cuba de la lista de países terroristas, ceda en el terreno interno y se abra a dialogar con la oposición.
Porque como afirma en entrevista para este diario Luis Almagro, secretario general de la OEA, “toda construcción de un sistema político requiere del diálogo entre todos los actores, políticos y sociales. Es absolutamente imprescindible”.
El papel de la comunidad internacional es también crucial para lograr dinamizar a la oposición en Cuba. Ésta debe acompañar el proceso, pero sin dejar de hacer señalamientos firmes.
La resistencia al cambio es inútil; al fin y al cabo, la sociedad cubana, abierta al comercio, las nuevas tecnologías y la inversión exterior, tarde o temprano acabará flexibilizando los estándares internos en materia institucional y democrática .
Un país no puede cumplir un rol verdaderamente importante en el plano internacional, y ser merecedor del reconocimiento mundial, sin ser congruente con su población.