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Evitar la fuga de Joaquín Guzmán Loera no era responsabilidad exclusiva de un par de custodios, sino de toda una red de instituciones que comenzaba con el penal del Altiplano y podría terminar, incluso, en funcionarios locales encargados de permisos de obras alrededor de la cárcel. El video mostrado ayer por el periodista Carlos Loret de Mola en Televisa, en el que se escucha el ruido previo a la huida y la probable simulación de los guardianes frente a las evidencias, suma a la hipótesis de una confabulación entre decenas de personas para permitir el escape.
Conforme se conocen más datos sobre la fuga se añaden también elementos para suponer que, de no haber sido El Chapo el cliente en este episodio de corrupción, era cuestión de tiempo para que otro criminal poderoso le llegara al precio a los representantes del Estado.
Hasta el día de hoy, el saldo por lo ocurrido es de un comisionado Nacional de Seguridad despedido (Monte Alejandro Rubido), una coordinadora nacional de penales federales, Celina Oseguera Parra, detenida, además de 16 empleados del penal del Altiplano y dos monitoristas del Cisen capturados. No es suficiente. Falta determinar la responsabilidad de los encargados de evaluar al personal que participó en la huida. Falta también establecer la culpa de quienes permitieron el escape de Guzmán una vez fuera de la cárcel. ¿O el piloto detenido trabajó sin ayuda de alguna autoridad en materia aeronáutica?
El gran problema es que es tal el tamaño de la corrupción y la incompetencia en tantos niveles de la administración pública —factores conocidos mucho antes de la fuga— que será difícil establecer en cuáles casos hubo negligencia previamente acordada y en cuáles una simple costumbre de hacer las cosas mal o de venderse a quien ofrezca una mejor “mordida”.
Por inverosímil que la actitud pasiva de algunos custodios o del personal de monitoreo parezca, no hay que descartar que hubieran podido actuar así en cualquier otra situación de emergencia. Sería interesante que la Comisión Nacional de Seguridad revelara otros videos de ese mismo personal en episodios de alarma previos, para hacer el contraste.
Lo más importante es que la población sepa que no fue tanto una genialidad del criminal, como sí un sistema proclive a la transa, lo que permitió el escape del capo. El miedo de Guzmán a ser extraditado es la mejor muestra. Él sabe que comprar tantas voluntades habría sido mucho más difícil en Estados Unidos. Por eso, incluso prófugo, sigue combatiendo legalmente los procesos de extradición iniciados en su contra.
Actuar contra la corrupción que permitió la fuga implica hacer más que detener a 20 personas.