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Las autoridades de México y Estados Unidos están en alerta por un asunto que una fuente de alto nivel del gabinete de seguridad de nuestro país me definió como: “Ahí viene un tsunami de cocaína”.
Según informes oficiales a los que tuve acceso, el proceso de pacificación en Colombia ha tenido una derivada indeseable: trascendió que la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) pidió como condición para sentarse a negociar con el gobierno que cesaran las fumigaciones de los sembradíos de hoja de coca en el territorio que estaba bajo su control.
Por décadas, se denunció que el tráfico de drogas era una fuente de financiamiento de este grupo subversivo. Un argumento favorecido por la guerrilla es que las fumigaciones dañaban a los agricultores legales y causaban problemas graves de salud a la población más pobre, efecto que respaldó la Organización Mundial de la Salud.
El gobierno colombiano accedió a la condición de las FARC y esto tuvo como consecuencia que, según fuentes de inteligencia de ese país sudamericano, las bodegas del narcotráfico están hoy llenas de cocaína. Sin fumigación durante los años que duraron las pláticas de paz, los sembradíos de hoja de coca produjeron lo que nunca antes, con la nueva participación de productores individuales que se aprovecharon del vacío. Al grado que apenas este 12 de julio la ONU entregó un informe en el que dice que la siembra de la hoja de coca en Colombia creció 52% en 2016 y el presidente Donald Trump pidió a su homólogo colombiano Juan Manuel Santos reiniciar esa fumigación.
De acuerdo con el gobierno mexicano, antes de ser capturado, Joaquín El Chapo Guzmán se había convertido en el principal intermediario para que la cocaína colombiana tuviera distribución en México y llegara al mercado de Estados Unidos.
Ahora ese lugar lo quiere ocupar Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación. Es un negociazo. Acaso rebasado por la comercialización de cristal, que domina esta organización criminal, y se ha vuelto droga predilecta del mercado estadounidense. Basta ver cómo han crecido las importaciones de sus precursores químicos que llegan desde China a los principales puertos del Pacífico mexicano.
El cristal vive un lamentable boom en Estados Unidos —es altamente adictivo y daña rápida y brutalmente a los consumidores— y compite con la heroína, que ha quintuplicado su consumo en una década. Para muchos especialistas, el repunte de la demanda de cristal es un factor muy relevante en el aumento de la violencia en la zona productora de goma de opio (precursor de la heroína) en Guerrero.
Atrás quedaron los tiempos en que la marihuana era la principal fuente de utilidades para los narcos mexicanos. Entre que pasó de moda, que es legal en muchos de sus estados y que ha crecido la producción en su propio territorio, Estados Unidos ya es autosuficiente y no necesita importar mota.
Con este escenario, el diagnóstico de las autoridades mexicanas es que hay demasiada cocaína disponible en el mercado y eso incide también (es un factor, aunque no el más importante) en azuzar la violencia entre cárteles por el control de las rutas de exportación y de los puntos de venta al menudeo dentro del territorio nacional.
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