La dicotomía de ‘estado rico, pueblo pobre’ resulta escandalosa en Guerrero, Oaxaca y Chiapas.

Estas entidades tienen la ubicación geográfica, los recursos naturales y el talento para convertirse en una región próspera para todos sus habitantes.

Allí hay playas de belleza sin igual, una riqueza forestal envidiable, minas ubérrimas, las reservas naturales con mayor biodiversidad, y un patrimonio histórico y arquitectónico sin igual. Allí viven culturas y pueblos con un grado de cohesión social que no se encuentra en el centro y norte del país.

Si añadimos a estas tres entidades las regiones limítrofes en Michoacán, Estado de México, Puebla, Veracruz, Tabasco y Campeche, tendremos los ríos más caudalosos, la mejor tierra cultivable para uso agropecuario, el mayor potencial de generación de energía eléctrica y los más cuantiosos recursos de petróleo y de gas.

Algunos de nuestros compatriotas que representan lo mejor de México nacieron y viven en estas entidades.

Y sin embargo, la geografía del sur-sureste coincide con el mapa de la pobreza extrema en México.

¿Por qué los estados con mayores recursos naturales sufren el mayor rezago económico y la más profunda exclusión social?

Porque allí también están los cacicazgos políticos más feroces del país, una economía extractiva y empobrecedora, la explotación secular del trabajo indígena y el despliegue del racismo más brutal.

Parece que las élites económicas y políticas no escucharon el grito de los zapatistas el 1 de enero de 1994. Las relaciones de poder económico y político no se han movido un ápice. Permanece invariable un esquema feudal de extracción de recursos naturales para transformarlos en otras regiones del país, o en el extranjero.

Al conjuro de las Zonas Económicas Especiales los pobres habrán de salir de pobres, nos dicen ahora. Si en China funcionaron para el espectacular crecimiento y atracción de inversión en Shanghai, Fujian, Guangdong y Hainan, ¿por qué aquí no? Habrá entonces que plantear algunas preguntas elementales a EPN:

¿Cómo y para quién se propone impulsar las zonas económicas especiales?

¿Con Manuel Velasco, Arturo Escobar y el Partido Verde, que convirtieron a las elecciones en Chiapas en una nueva tienda de raya?

¿Con las constructoras predilectas de este gobierno que ya se frotan las manos para obtener jugosos contratos para la edificación de infraestructura?

¿Con Virgilio Andrade vigilando que no haya conflictos de interés ni malversaciones de fondos públicos?

Las zonas económicas especiales (ZEE) deben plantearse y articularse desde el sur-sureste, y no con un criterio centralista y condescendiente (en el gobierno federal sabemos mejor que ellos qué se necesita allá).

Ello tampoco significa caer en manos de los caciques políticos regionales, ni de las élites locales. No se puede cambiar la economía sin dejar atrás la depredación económica y la vieja política. En Guerrero hay 705 concesiones mineras —¿qué le han dejado a las comunidades locales?, ¿por qué siguen entre las más pobres de México?

Los niños triquis basquetbolistas descalzos de Oaxaca vieron en el balón de basquetbol una oportunidad de éxito y la aprovecharon. Su hazaña sintetiza lo que hace falta: dedicación al estudio, compromiso y disciplina en sus entrenamientos, impulso al talento y al mérito, y la construcción de comunidad (ver el excelente documental de Mariana Rodríguez Martínez en ).

En el sur-sureste de México es imperativo entender la historia productiva, política, laboral y cultural de cada localidad. Es crucial trabajar con ciudadanos forjadores de su propio destino, que no sean meros espectadores, ajenos a decisiones tomadas de espaldas a sus comunidades.

Profesor asociado en el CIDE.
@Carlos_Tampico

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