Las dos elecciones extraordinarias que organizará el Instituto Nacional Electoral tienen una característica: sus resultados fueron muy cerrados. En el distrito 1 de Aguascalientes, la diferencia entre el primer y segundo lugar en la elección a diputado federal fue de 436 votos, 0.4%. En Colima, esta distancia en la elección a gobernador fue de 503 votos, 0.2%. En ninguno de los casos, el candidato “ganador” antes de la anulación obtuvo 40% de los votos.

Conforme comienza la preparación de las extraordinarias, los dos partidos punteros —PRI y PAN— buscan coligarse con quien pueda darle los votos para ganar la elección. En Aguascalientes, el PAN irá en coalición con Nueva Alianza, la tercera fuerza electoral y quien tiene mayores posibilidades de decidir la elección. El PRI se presentará con el Verde, una fórmula que le dio buenos resultados en otros distritos. En Colima, la clave del desempate podría estar en Movimiento Ciudadano, que obtuvo 11.9% de los votos. Por lo pronto, se anticipa que el PRI irá nuevamente con el Verde y se rumora que el PAN podría aliarse con el PRD.

En México, la legislación electoral no contempla la segunda vuelta, o balotaje. Sin embargo, las estrategias de los partidos en las elecciones extraordinarias son parecidas a las que se siguen en una segunda vuelta: buscan coligarse para ampliar su base electoral y obtener una victoria contundente. Los resultados de las elecciones anuladas sugieren qué partidos pueden inclinar el fiel de la balanza hacia un lado u otro. Así, en México las elecciones extraordinarias funcionan como una especie de balotaje.

La segunda vuelta responde a los problemas generados por la dispersión del voto y el fraccionamiento del sistema de partidos. Justo eso ocurrió en Argentina el 25 de octubre. Hubo seis candidatos y la diferencia entre los dos primeros lugares fue un raquítico 2.5%. Cada candidato recibió una proporción relativamente baja de la votación total: 36.9% el primer lugar, 34.4% el segundo y 21.3% el tercero. Y ahora que se prepara la segunda vuelta, los candidatos que no van a participar están decidiendo a quién va a apoyar. Informalmente, se están haciendo alianzas electorales.

En México, la anulación de elecciones ordinarias y la celebración de elecciones extraordinarias federales y locales se han vuelto más comunes. En 2012 hubo dos elecciones extraordinarias; en 2013, tres; en 2014, cuatro, y este año habrá siete, sin contar Colima porque la fecha de sus nuevos comicios aún está por definirse.

El incremento de las extraordinarias se debe, por un lado, a la fragmentación del sistema de partidos y a la judicialización de los contiendas electorales, por otro. Las elecciones con resultados cerrados tienen mayores probabilidades de ser anuladas. El criterio de “determinancia” adoptado por el Tribunal Electoral implica que a menor margen más decisiva se vuelve una irregularidad en el triunfo de un candidato. Esto a su vez alienta las impugnaciones y deja en manos de los jueces la decisión de si se celebran o no nuevas elecciones.

¿No sería mejor introducir la segunda vuelta? El balotaje podría ayudar a reducir el conflicto postelectoral, que el actual sistema alienta como un medio para propiciar la anulación de una elección que se ha perdido. Favorecería también la construcción de coaliciones. Habría mucho más certeza sobre cuándo se repetirían las elecciones.

Por supuesto, el balotaje también tiene sus desventajas. Nada garantiza que las alianzas electorales se traduzcan en coaliciones de gobierno. Sin embargo, la segunda vuelta traería un beneficio esencial: pondría un límite a la judicialización de las elecciones y restituiría a los ciudadanos su papel protagónico en los procesos electorales, al dejar en ellos la última palabra sobre quiénes los gobernarán o serán sus representantes.

Consejero del Instituto Nacional Electoral

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