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El jueves Donald Trump renovó su embate mediático contra México, diciendo que quería poner paneles solares sobre el muro fronterizo para pagar su construcción y enviando un tuit diciendo que México era el segundo país mas peligroso del mundo y que esto justificaba la construcción del muro.
Pero, el mismo día, el vicepresidente Mike Pence hablo en el Centro Wilson y alabó la cooperación entre Estados Unidos y México, nación a la que llamo un “socio apreciado” en esfuerzos compartidos a favor de la prosperidad y la seguridad del hemisferio, y habló de la reunión que los gobiernos de México y Estados Unidos habían co-auspiciado en Miami unos días antes sobre el futuro de Centroamérica, una iniciativa colaborativa entre los dos países.
Cada vez más parece haber una desconexión entre el mandatario estadounidense y sus lugartenientes que llevan adelante las políticas del gobierno. Esto ha sido evidente desde el periodo de transición, pero es cada vez más visible y público. No cuestionan al presidente en público, sino implementan políticas mucho mas pragmáticas que difieren de la retórica del inquilino de la Casa Blanca.
Esto también se vio en la negociación reciente entre los dos países en el tema del azúcar, en que se llego a un acuerdo que, si bien no era del agrado total de la industria en México, tampoco cayó nada bien a los azucareros estadounidenses, que habían confiado en tener aliados incondicionales en la administración Trump.
La semana anterior, en el Centro Wilson, hablaron el gobernador de Arizona, Doug Ducey, un republicano conservador, el comisionado nacional de Fronteras y Aduanas, Kevin McAleenan, ambos enfatizando la importancia de la cooperación económica entre los dos países y esquivando el tema del muro, para poner énfasis en los intereses compartidos. Ducey, en especial, dejó claro que México era un socio estratégico para su estado y que el crecimiento de la economía de Arizona depende de su integración con este país vecino.
Todo esto indica que la realidad de la interdependencia entre los dos países ya es entendida entre gran parte de la clase política estadounidense, incluyendo miembros del partido y de la administración del propio presidente. Sin embargo, tampoco hay que desestimar la capacidad del presidente de imponer su voluntad si se enfoca.
No sabemos hacia donde van las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que parece ser, en estos momentos, más una afinación del acuerdo que una revisión total, pero en la que Trump podría insistir en ir más lejos que sus lugartenientes si el así lo desea. En el tema migratorio, Trump ha dejado mas huella al incrementar el numero de detenciones, aunque dentro de los parámetros existentes.
No es que Trump no esté teniendo influencia en la política bilateral, pero los que lo rodean parecen estar mucho más convencidos de la importancia de México para Estados Unidos y empeñados en limitar los daños que él podría hacer a la relación bilateral.
En realidad, esta dicotomía existe en otros temas también, en que los oficiales de la administración de Trump tratan de minimizar daños que éste podría causar con sus declaraciones y bandazos, pero es especialmente notable en la relación con México. Sólo con el tiempo sabremos cómo se resuelve esta dicotomía, o si se vuelve una forma permanente de hacer política durante la presidencia de Donald Trump. Sospecho que será el segundo.
Vicepresidente ejecutivo
del Centro Woodrow Wilson