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El ajuste al equipo presidencial anunciado el jueves 27 de agosto confirma que las reglas más elementales del buen gobierno —seleccionar al mejor hombre para cada puesto, evitar la improvisación, reconocer las trayectorias—, tienen una importancia marginal. Los criterios rectores siguen siendo: cercanía, lealtad y pago de favores.
Con estos cambios, el titular de Hacienda, Luis Videgaray, confirma y fortalece su influencia sobre el presidente Peña Nieto. Nada lo mueve: ni las malas cuentas económicas ni la cuestionada reforma fiscal, mucho menos el escándalo de su casa de descanso en Malinalco, que adquiere nuevos vuelos tras del reportaje de Bloomberg.
En una primera lectura de esos cambios destaca lo que no ocurrió. A pesar del desgaste de varios miembros del gabinete (los secretarios de Hacienda, Gobernación y de Comunicaciones y Transportes, significativamente) y la casi inexistencia de otros (Salud, Trabajo, Energía...), sus titulares siguen en sus puestos.
Resuelto el ajuste al gabinete, sabemos lo que significa “imperdonable” para el presidente Peña. El único pagano por la “imperdonable” fuga de Joaquín Guzmán Loera fue Alejandro Rubido.
En este amasijo de enroques y desplazamientos —“el juego de las sillas”, lo llama Katia D’Artigues— destacan los perfiles de José Antonio Meade, quien podría convertir una política de gobierno de corte clientelar y asistencialista, en un proyecto de Estado destinado a atender la pobreza extrema, la pobreza “moderada” y los graves impactos de la “precarización” salarial que afectan a tres cuartas partes de la población; de Aurelio Nuño, estratega de las reformas estructurales que podrá recuperar la centralidad que le corresponde a la Secretaría de Educación Pública y avanzar en la reforma del modelo educativo; de José Calzada, ex gobernador de Querétaro que incentivó el crecimiento económico y redujo la pobreza y la deuda pública, a la Sagarpa, y de Renato Sales Heredia, jurista, investigador nato, hombre de ideas, a la Comisión Nacional de Seguridad.
En contraste, se entrega la Secretaría del Medio Ambiente a un casi desconocido Rafael Pacchiano, subalterno del Niño Verde, casado con Alejandra Lagunes, coordinadora de Estrategia Digital en Los Pinos. Figuras relevantes en este campo, como José Sarukhán o Mario Molina, así como expertos de menor renombre pero igual valor, fueron ignorados.
Una desgastada secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles (la pobreza crece, los programas sociales no rinden, la Cruzada contra el Hambre no arroja resultados sensibles), encuentra acomodo en una Secretaría (Sedatu) que tendrá una importancia mayúscula… cuando se inaugure.
Sorprendente es el ascenso de Claudia Ruiz Massieu a la Secretaría de Relaciones Exteriores. Carece de la experiencia, trayectoria y formación para ocupar una cartera que reclama figuras de primerísimo nivel… Salvo que, como todo se define desde Hacienda, la Cancillería adquiera la jerarquía de subsecretaría virtual.
Algunos de estos cambios le dan mayor margen de decisión al presidente Peña con vistas a la sucesión presidencial. A las dos piezas (abolladas pero no descartables) de Videgaray y Osorio Chong, se agregan Meade, Nuño y Beltrones. Pero, a la hora de decidir la candidatura del PRI, el gran selector tendrá que considerar que hoy el apoyo presidencial y la maquinaria electoral no garantizan que el elegido gane la elección.
En un momento crítico, cuando el titular del Ejecutivo alcanza muy bajos niveles de aprobación y los resultados en el bienestar de la gente siguen pendientes, las sustituciones y reemplazos en el equipo de gobierno no suponen un cambio de rumbo. Por el contrario, ratifican la continuidad de Luis Videgaray como el estratega y operador privilegiado. Algo muy parecido al papel que jugó Carlos Salinas en la administración de Miguel de la Madrid: el poder tras el trono.
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.
@alfonsozarate