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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
José Woldenberg dice que su libro Cartas a una joven desencantada con la democracia no tiene nada de optimista, que en realidad lo escribió con pesimismo porque la situación que impera en México es de total desencanto. Desencanto generalizado, pero muy acendrado entre los jóvenes, por eso a ellos dedicó esta escritura epistolar que los interpela y trata de convencer de la necesidad de participar en la vida pública de México.
El libro editado por Sexto Piso es vital porque se esmera en explicar a los jóvenes, en un lenguaje, sencillo, llano y claro, cuáles son las perspectivas, los problemas y retos de la democracia mexicana, cuáles son sus valores y principios. “Hay un malestar muy potente y la preocupación es que no seamos capaces de distinguir entre el agua sucia y el niño, y acabemos tirando a ambos. El niño es nuestra germinal democracia y el agua sucia son todas las fuentes que alimentan el malestar”.
El politólogo mexicano, que actualmente es profesor de Ciencia Política en la UNAM, y que entre 1996 y 2003 fue consejero presidente del Consejo General del IFE, dice que eso busca su libro: “tratar de analizar aquello que debemos mantener, reforzar, reformar y aquello que debemos desechar y combatir, y no juntarlo todo en una misma cubeta”.
¿La juventud está desencanta a pesar de vivir en la democracia?
Como la democracia es un régimen de gobierno, quien nace en ella lo ve como algo natural, quizás por eso mi generación, o por lo menos yo, aprecio tanto esos cambios que se vivieron. Yo nací y crecí en un México donde había un partido, en donde el Presidente, todos los gobernadores y senadores eran del PRI; donde cuando íbamos a elecciones ya se sabía quién era el ganador y quienes los perdedores, cuando el momento estelar de la política era el “tapado”, cuando lo destapaban sabíamos que ese iba a ser el Presidente de la República. Quizás por eso, porque yo vengo de allá, aprecio que haya elecciones, que sean competidas, que haya fenómenos de alternancia, que en el Congreso las fuerzas estén equilibradas, pero para un joven que nació a fines de los 90 y principios de este siglo, pues todo eso le parece como algo natural y a lo natural quizás no se le aprecie con suficiencia.
¿Quizás el desencanto tiene que ver con que la violencia y la corrupción son gravísimas?
Este libro también es un llamado a saber apreciar las rutinas y las fórmulas de la democracia. Y por supuesto que en las encuestas lo que aparece en los primerísimos lugares son los temas de la inseguridad y la corrupción, porque esos temas están a flor de piel e indignan y preocupan a muchísima gente. Hay algunas zonas del país donde la vida social transcurre en la zozobra y el miedo; por supuesto que la gente lo que quiere es una política que trate de revertir eso. No hay disolvente de la confianza más grande que el de la corrupción que queda impune. Cuando todos los días se documentan desvíos de recursos, enriquecimiento inexplicable por parte de funcionarios públicos y luego que muchos de ellos quedan impunes, la gente deja de confiar en la política, en sus políticos, en sus instituciones. No todos los políticos son corruptos, pero cuando la ola de corrupción aparece con tanta fuerza y a los ojos de muchos queda impune, pues eso desmoraliza y enoja a cualquiera.
¿Este libro refrenda en los jóvenes el valor de vivir en democracia?
Es que hemos avanzado. Pasamos de un sistema casi monopartidista a un sistema plural de partidos, de elecciones sin competencia a elecciones muy competidas, de un mundo de la representación que era monocolor a un mundo de representación plural, y pasamos de una Presidencia casi omnipotente a una Presidencia acotada, de un Congreso subordinado al Presidente a un Congreso de correlación de fuerzas. Hubo muchos cambios venturosos, yo creo que durante los años 70, 80 y 90 fuimos capaces de desmontar una pirámide autoritaria y construir una germinal democracia.
¿Trata de convencer a los jóvenes pero no de imponer su visión?
El recurso epistolar tiene varias ventajas, es más directo porque hay una interpelación a una persona aunque sea imaginaria, y también es una fórmula más cálida. En el libro traté de desechar el lenguaje especializado en la materia, traté de ser directo. La idea es decir que la vida pública nos compete a todos, yo no niego que tengamos una serie de problemas profundos, pero precisamente es a partir de la participación que eventualmente podemos resolver muchos de esos problemas.
Por ejemplo, México fue capaz de desmontar un sistema autoritario y construir una germinal democracia, eso nos debería dar ánimos para emprender nuevas tareas: el combate a la corrupción, la violencia, la delincuencia, políticas para hacer crecer nuestra economía y sobre todo el nuevo horizonte tiene que ser el de la igualdad porque sin eso, ésta seguirá siendo una socied ad muy tensionada.
Su visión es muy optimista
El libro es más bien pesimista. Yo pienso que las cosas siempre pueden ir a peor, precisamente por eso hay que esforzarse por tratar de evaluar con frialdad aquello que queremos que siga existiendo de aquello que queremos desechar. Si se me oye optimista qué bueno, yo no quiero irradiar pesimismo, pero las cosas no están sencillas. Hemos logrado cosas. Las libertades se han ampliado. Un ejemplo: Recuerdo que cuando vino el presidente Allende a México en 1973, invitado por el gobierno, un grupo de compañeros y yo salimos a pintar en las bardas bienvenidas al presidente Allende, bueno, se hacía con temor porque si a uno lo agarraba la policía, acababa en la delegación y en aquel entonces no eran extraños los golpes; hoy la libertad es mucho mayor. Es decir, hay cosas que han cambiado para bien y creo que debemos saber valorarlas y, claro, muchas otras han cambiado para mal. México era un país mucho más seguro hace algunos años, ahora es muy inseguro. Hay que atender ese asunto.
Pero en esa operación se generaron muchas expectativas, la democracia para muchos no sólo era un régimen político, era una especie de sombrero de mago de cual saldrían puras virtudes, pero la realidad es muy adversa. México ha vivido una espiral de violencia mucho muy grave que ha destrozado vidas, regiones, familias, y todos esos elementos son como una inyección de malestar.