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ssierra@eluniversal.com.mx
“Ni geográfica ni nacionalista”, Carne y Arena es “un intento de explorar una condición humana”, es una obra artística que habla de una crisis mundial, la de los inmigrantes de México y el resto de América Latina que se juegan la vida intentando cruzar a Estados Unidos, pero también la de inmigrantes de África y Medio Oriente que luchan por llegar a Europa.
“Sus océanos son nuestros desiertos”, dijo ayer el director de cine Alejandro González Iñárritu en una conferencia para presentar la instalación inmersiva de realidad virtual que el público podrá vivir desde el próximo lunes en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco: “Todos (los inmigrantes) comparten las historias, las tragedias y la razones de huída”, dijo y definió este proyecto como una “oda a los migrantes” al tiempo que un homenaje a la historia de migraciones de que está hecha Ciudad de México: “Está en nuestro DNA”.
Hace casi cinco años nació esta iniciativa que rompe formatos del cine y que significó un desafío para el cineasta. Su presentación en México, consideró el director, puede resultar positiva para que los capitalinos se acerquen a esa realidad tan lejana a veces, que es la de la frontera.
El cineasta estuvo acompañado por el rector de la UNAM, Enrique Graue; el jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera; y el director de Cinépolis, Alejandro Ramírez, quienes apoyaron la llegada y puesta de la obra en esta ciudad.
Como un migrante, así se definió el director de cine, quien lleva 16 años en EU, y dijo que hoy en la humanidad “vivimos una crisis mundial de inmigrantes rechazados e incomprendidos…. Recalcó que “es difícil en Los Ángeles mantenerte ajeno a la realidad de esos 5 millones de personas, en una condición de anonimato, en las sombras, en la invisibilidad, con duras circunstancias”. Cuestionó lo que los gobiernos han dejado de hacer: “Ambos países tenemos déficits enormes con esas comunidades que han beneficiado económicamente a nuestro país, y económica y culturalmente al país vecino...” y criticó también la decisión de EU de dar por terminado el DACA.
Sobre el tema, el rector Graue dijo que es una decisión que “satisface exclusivamente al racismo y a la intolerancia”. Agregó que aunque se han dado pasos como universidades para facilitar trámites a los dreamers para su eventual incorporación, “habrá que hacer mucho más en los meses por venir” y que “a quienes que regresen habrá que recibirlos con un proyecto nacional distinto que les permita crecer y desarrollarse”. Su diagnóstico no dejó dudas: “Nuestros migrantes son hijos de la desigualdad y de la lacerante inequidad social en que vivimos, de un rumbo social y económico que a México le urge corregir”.
Mancera anunció la creación de un fondo de apoyo a los dreamers: “La Ciudad de México, a partir de mañana, está instalando un fondo de 20 millones para apoyo a los jóvenes DACA que pudieran regresar aquí a esta ciudad. Los vamos a apoyar”.
Las historias. Carne y Arena es una obra de seis minutos y medio de duración, en un espacio de 200 metros cuadrados; es posible sólo como experiencia individual, donde el espectador, descalzo y ataviado con lentes, vive el miedo, la presión, la persecución que un inmigrante en el desierto, en su carrera por cruzar al otro lado. No será, a diferencia del cine, una experiencia masiva; es una obra participativa donde el espectador hace su recorrido y puede vivir cada vez una experiencia diferente, única, personal; todo esto, a diferencia del cine, donde el público es un ente pasivo.
La obra nació de una investigación periodística y documental del director. Presentada en el Festival de Cannes y en Milán, la pieza llegará próximamente a Atenas y a París; además se buscan fondos para que pueda presentarse en Washington.
En mayo pasado, cuando llegó al Festival de Cannes, el director comentó a EL UNIVERSAL que la pieza partió de las historias de inmigrantes en EU y que con éstas escribió un guión “multifuncional” porque al mismo tiempo pasaban muchas cosas; comentó que él y Emmanuel Lubezki (quien es el director de fotografía) filmaron en el desierto de California, que luego los inmigrantes que compartieron sus historias asistieron a un taller teatral y se trabajó todo el proceso para el desarrollo con tecnología de realidad virtual.
La experiencia de esta obra de arte, que definió como sensorial, física y virtual, resultó un desafío, un aprendizaje para el director, y reconoció que “por fortuna llegó a puerto, pero que hubiera podido ser el fracaso más grande del mundo”.
El director contó ayer detalles y posibilidades de la obra, como lo que se siente al intentar “atravesar” un personaje, como el miedo que muchos expresan, como que hay un secreto que espera que alguien descubra: el título del libro que lee un personaje: “Es el más importante libro de la literatura latinoamericana, está escondido ahí, alguien lo está leyendo”. E invitó al público a buscarlo.
Dijo que las posibilidades que ofrece la realidad virtual a la educación, el arte y la ciencia no son aprovechadas, dijo. “Desafortunadamente la mayoría de los recursos de la realidad virtual se están yendo a los videojuegos y a la pornografía”. Agregó que su potencial puede ir más allá, para ser una forma distinta de la compasión: “Sócrates dijo que la forma más elevada de relacionarse de un ser humano es la compasión, sentir con, sentir por. Esta tecnología logra ponerte en los zapatos de alguien, sentir por, sentir con. Después de haber leído tanto de la realidad inmigrante, no hay una mejor forma que la de vivir aunque sea un fragmento sensorial e intelecualmente; esto es el entendimiento, y entender es la otra palabra de amar. Si no eres capaz de entender no puedes amar. No nos estamos entendiendo, tuiteando todo el pinche día, y eso no quiere decir que entiendas a nadie.
“Me encanta que la instalación pueda desde una plataforma humanista hablar del tema sin hablar de buenos ni malos, sin racismos, sino de realidades complejas de los mexicanos y los centroamericanos”, dijo.
“No te puedo entregar un Oscar. Te puedo dar las gracias porque en Carne y Arena, por nuestra raza habló tu espíritu. Muchas gracias”, le expresó el rector Graue.