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Desde hace cuatro años, la directora y guionista Viviana García Besné emprendió, junto a Michael Ramos Araizaga y Paulina Suárez Hesketh, un proyecto de rescate del cine popular mexicano. Instalado en Tepoztlán, el archivo cinematográfico Permanencia Voluntaria se convirtió desde entonces en un refugio para las películas de rumberas, desnudos, ficheras y luchadores, ese género poco apreciado en la actualidad, pero que conquistó las pantallas del cine entre los años 40 y 90. El 19 de septiembre pasado, todos esos esfuerzos de preservación terminaron entre los escombros.

Esa tarde, mientras los muros del antiguo convento de La Natividad de María crujían y se agrietaban, en la calle Revolución de este pueblo colapsaron diversas paredes de adobe. Ahí, una de las bardas de la sede de este archivo fílmico se desplomó sobre el panteón con el que colinda. Algunas latas fueron a dar sobre las tumbas. “Era un panorama desgarrador, teníamos literalmente los materiales en el panteón”, recuerda en entrevista García Besné,

El edificio quedó vulnerable, las estanterías donde guardaban las latas se desplomaron, las lluvias de los días siguientes provocaron filtraciones y mojaron varias cintas, lo que generó hongos que deben ser tratados inmediatamente para detener su propagación. Algunos negativos se salieron de las latas, otras se rasgaron; dos discos duros donde resguardaban copias digitales de películas como La Zandunga (1937), de Fernando de Fuentes, se dañaron. “Uno está totalmente muerto, otro quizá si se pueda recuperar”, dice García Besné, impulsora de este acervo conformado por unos 5 mil rollos que en total integran 280 títulos alojados en el edificio de Tepoztlán, y 300 más en una casa aquí en la ciudad de México. En esa colección hay cintas como Carita de Cielo, la primera que hizo Ninón Sevilla; Bellas de Noche, que inauguró el género de ficheras, algunas que marcan el debut de El Santo, así como películas de los hermanos Calderón, Rafael, José y Guillermo, quienes se dedicaron a este género cinematográfico.

La documentalista, sobrina nieta de Guillermo Calderón, dice que por las condiciones en que quedó el edificio, por seguridad no pudieron atender inmediatamente las cintas, por lo que las labores de rescate apenas comienzan. “Tenemos una cantidad de películas infectadas con hongos y una vez que atacan hay que limpiarlos rápidamente, si no, empiezan a comer la emulsión de las películas. Tenemos un trabajo titánico por delante, hay que limpiarlas, ordenarlas y, más que nada, hacer que este espacio tenga las condiciones para que estas películas puedan sobrevivir”.

García Besné asegura que si se siguen los protocolos de restauración, los materiales se podrán rescatar, pero para ello requieren de presupuesto y apoyo de especialistas en restauración. Por ahora, personal de la Cineteca Nacional, Filmoteca de la UNAM e investigadores del Smithsonian Institut ya ofrecieron su colaboración. Sin embargo, para prevenir más daños, el archivo requiere una bóveda especializada. “Si no conseguimos recursos para una bóveda que resguarde estos materiales, es un hecho que los vamos a perder en 20 años”.

Al ser un proyecto independiente, los recursos económicos con los que mantienen el acervo provienen de  las entradas que genera una sala de cine instalada en Tepoztlán, la B   aticine, —también dañada—, y de apoyos de instituciones extranjeras, investigadores y cineastas interesados en el proyecto. “Nos urge volver a abrir el cine porque mientras esté cerrado, no hay como mantener el archivo”.

“Vamos a meter un proyecto a la Cámara de Diputados, esperemos contar con ese apoyo para construir una bóveda. Hablé también con el director de IMCINE y le dije que es necesario crear el archivo del cine popular en México”, señala García Besné, quien destaca la importancia de preservar este acervo: “Hay que tomar en cuenta que si fue cine popular es precisamente por eso, porque la audiencia lo quiso, lo gozó, por lo tanto, es preservar la memoria de la audiencia. Uno no puede decir que eran malas, que no vale la pena guardarlas porque entonces es decir que no vale la pena conservar el imaginario pupular”.

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