Aurelio Nuño se ha convertido, según afirman en los corrillos de Los Pinos, en el integrante del gabinete “más cercano a los afectos del presidente Peña Nieto”. Y es esa cercanía afectiva, más que su capacidad o experiencia, lo que hoy lo tiene como uno de los aspirantes con posibilidades de ser el próximo candidato presidencial del PRI y, con mucho, el que más aparece desde hace meses en los medios, primero con el tema de la Reforma Educativa y ahora con el pretexto perfecto de la emergencia y los daños provocados por los sismos a la infraestructura educativa de varios estados y de la capital del país.
Fue ese protagonismo el que llevó a Nuño a aprovechar la dolorosa tragedia del Colegio Enrique Rébsamen, donde murieron 19 niños, para hacerse presente en esa zona de desastre la semana pasada y, en una muestra del enorme poder que ha adquirido, tomar el control de las labores de rescate y darle órdenes a los mandos de la Secretaría de Marina y del Ejército que coordinaron la búsqueda de sobrevivientes y fallecidos en el plantel escolar colapsado. Justo cuando él estaba al mando de la situación en el Colegio, se produjo la falsa versión de la localización de una niña con vida entre los escombros que acaparó la atención nacional y que terminó en un terrible ridículo para los medios y, sobre todo, para la Marina que tuvo que culparse del “error” cometido.
Según varias fuentes cercanas a esos hechos, tanto militares como civiles, el secretario de Educación jugó un papel “central” primero en la creación de la noticia falsa y luego en la forma en que despúes decidieron matarla culpando a los medios de una información que dieron las autoridades. Con el supuesto rescate de la niña “Frida Sofía” de entre los escombros, Nuño no sólo empinó a los Marinos y a sus mandos, también engañó a las grandes televisoras, periódicos y portales que siguieron esa noticia basados en dichos de rescatistas y declaraciones de mandos de la Secretaría de Marina. Si no se le señaló en su momento, dicen las fuentes, fue para evitarle responsabilidades por cuestiones de “futurismo político”.
Todo comenzó con la ausencia de un registro de alumnos del Colegio Enrique Rébsamen, de Villa Coapa, que la SEP nunca tuvo y que llevó a la búsqueda de alumnos inexistentes. Ante la falta de ese registro, el secretario llamó en varias ocasiones a través de los medios a los padres de los niños para que “se presentaran en la escuela” ante su supuesta ausencia. En ese desorden y descontrol, la Marina, el Ejército y la misma SEP tomaron la versión de rescatistas que dijeron haber escuchado “entre los escombros la voz de una niña viva” y la difundieron a los medios a los que primero se les habló de “una niña” y luego de “varios niños atrapados” entre las ruinas de la escuela. El fenómeno mediático que siguió durante varias horas se tornó en un tema de rating y audiencia que llevó a todo el país a concentrarse en un supuesto rescate “inminente” de una niña que nunca existió.
Cuando Nuño, que todo ese tiempo estuvo en el Rébsamen encabezando reuniones con los mandos militares, se enteró que la información que les habían dado rescatistas y que ellos habían difundido estaba equivocada, fue él quien decidió que la Marina saliera, en conferencia de prensa, a decir que todo había sido “un invento de los medios”, aún con las declaraciones grabadas de los mandos militares y de varios rescatistas que hablaban de “comunicación con la niña” y hasta de su supuesto nombre.
En el Centro de Mando de la Marina, en las instalaciones del Colegio, se ideó el esquema para “culpar y golpear a los medios” de lo que resultó un rumor y una mentira. Nuño, su coordinador de asesores, Edmundo Raynaud, el vicealmirante José Luis Vergara, el subsecretario Angel Enrique Sarmiento y el general Saúl Luna, estaban presentes cuando el secretario dictó el plan para responsabilizar a los medios y decir que “Frida Sofía” era su invención; una vez que lo hizo, abandonó presurosamente el colegio y la zona dejando solos a los mandos de la Marina. Para cuando el subsecretario Sarmiento salió a dar la rueda de prensa que le instruyeron, no quedaba ningún funcionario de la SEP en el Rébsamen.
Horas después, cuando el escándalo estalló y las televisoras responsabilizaron a la Secretaría de Marina de haber validado la información de los rescatistas, el mismo subsecretario y el almirante Vergara tuvieron que salir a pedir disculpas solos, poniendo en entredicho a una de las instituciones más confiables del país y reconociendo “un error” que no fue solo suyo. En ese momento, en la comodidad de su despacho, bajo la mirada de la escultura de la Minerva que José Vasconcelos colocó en ese escritorio y admirando los cuadros de Roberto Montenegro, el que ideó la forma de zafarse y culpar a los medios de todo ese desaguisado que terminó golpeando y humillando a la Marina, permanecía tranquilo y en el anonimato. Al menos hasta ahora.
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