El ácido que carcomió y disolvió la humanidad de los cuerpos entonelados de tres estudiantes de cine en Guadalajara, es la misma sustancia venenosa y corrosiva que destruye lentamente a México y a su juventud. Del mismo modo brutal y horroroso en que a esos tres jóvenes los metieron en un tambo, secuestrados, golpeados y torturados hasta la muerte, así al país los despiadados criminales lo han masacrado y encerrado con su violencia irracional. Y en la total ausencia y abandono de un Estado ineficaz e incapaz de protegernos, con impunidad y ferocidad inhumana, nos están disolviendo como nación y como sociedad civilizada.

México hoy vive en la barbarie de la violencia más cruel y descarnada. Jóvenes atrapados en las redes del narcotráfico que desaparecen, matan y disuelven los cuerpos de otros jóvenes; gobiernos y policías corrompidos, niños que sueñan con ser sicarios o crecen en el horror de una violencia normalizada, aprendiendo a esquivar balas en la escuela; madres que sueñan con volver a ver a sus hijos desaparecidos. Cuerpos que cuando no son desmembrados o disueltos en ácido, son enterrados en fosas clandestinas que pueblan los campos y los llanos de la República-cementerio.

Presenciando esa violencia, azorada primero, escandalizada después, acostumbrada luego, hay una sociedad pasiva, inerte, que se horroriza y conmociona de vez en vez; que a veces sale a la calle a levantar la voz y exigir justicia, que grita harta, dolida de tanta violencia; pero luego se pierde en la vergonzosa indiferencia o en la obligada resignación por la falta de justicia y de respuestas.

Luego, los políticos y gobernantes inservibles, incapaces, que sólo saben adjetivar el horror y la tragedia humanitaria que vivimos los últimos 12 años: “Lamento y condeno energicamente”… “mis condolencias a las víctimas”… “aplicaremos toda la fuerza del Estado”. Y atrás de ellos los candidatos en esta elección, más interesados y enfrascados en su lucha por el poder y ocurrencias. ¿Por qué los candidatos presidenciales de todos los partidos no dejan de lado sus diferencias y redactan y suscriben juntos un gran “Pacto por la pacificación y la eliminación de la violencia en México” o una “Cruzada urgente para salvar a la juventud del abandono y la violencia”?

La ceguera por la búsqueda del poder no les permite ver que si no hacemos algo ya, no habrá país que gobernar; y que el recurso más preciado —ese bono demográfico que nos volvió por unas décadas un “país de jóvenes”— se nos desangra y diluye como se diluyeron en el ácido los cuerpos de Jesús Daniel Díaz García, Marco Francisco García Ávalos y Javier Salomón Aceves Gastélum.

Antes de morir, Jorge Carpizo dedicó sus últimos meses de vida a elaborar y compilar una Propuesta de 36 puntos sobre Seguridad y Justicia en Democracia, presentada por la UNAM en marzo de 2012 y que planteaba la base para un gran “pacto político y social para hacer frente a la crisis de violencia en México”. En ella el jurista planteó propuestas específicas para “rescatar a los jóvenes” de la que él llamaba “una generación perdida” por la violencia y el crimen en México.

Algunas de esas propuestas son: diseñar un programa de política social que desarrolle modelos para ayudar a los consumidores de sustancias adictivas a aceptar su problema y solicitar tratamiento. Establecer programas que reconozcan la heterogeneidad de los jóvenes y contemplen foros para su expresión y su vinculación con la comunidad. Generar programas para propiciar la permanencia o reinserción de los jóvenes en el sistema educativo, con insumos para su desarrollo laboral. Rediseñar políticas de empleo que destaquen la importancia del nexo escuela-trabajo, y fomenten la estabilidad en el empleo y la capacitación de los trabajadores. Ofrecer estímulos fiscales a empresas que contraten jóvenes y procuren la capacitación de sus trabajadores. Generar un subsistema nacional de distribución y comercialización juvenil que propicie una cultura emprendedora entre ese segmento. Establecer una defensoría que oriente a los jóvenes, los asesore y proteja en los entornos familiar, escolar, civil, penal, laboral y administrativo.

¿Es mucho pedir que los candidatos presidenciales retomen las propuestas de la UNAM y las integren a un pacto que suscriban todos para emprender ese urgente “rescate de los jóvenes” de que hablaba Carpizo? Si su mezquindad y pequeñez se impone, tal vez sí lo sea.

NOTAS INDISCRETAS… Este jueves el Senado podría designar a dos comisionadas del Inai que sustituyan las vacantes dejadas por la candidata del PRI, Ximena Puente, y por Arely Cano. Hay 11 candidatos entre académicos y consejeros del instituto, pero entre ellos hay aspirantes incondicionales al bloque que hoy domina el Inai y que ha favorecido con sus votos y decisiones la opacidad del gobierno. El presidente Francisco Acuña y los comisionados Óscar Guerra y Rosendoevgueni Monterrey impulsan a candidatas de institutos locales afines a ellos como Norma Julieta del Río (Zacatecas); María de Lourdes López (Durango) y Claudia Elizabeth Ávalos (San Luis Potosí). Con las dos vacantes, o hasta una de ellas, que ocupen sus candidatas, el bloque Acuña-Guerra-Monterrey tendría mayoría para aplastar la oposición de los otros dos comisionados, Joel Salas y Patricia Kurcyn, y mantener el control de las jugosas plazas. Veremos si los senadores se avispan y rompen ese control dañino para el Inai o si la mayoría priísta y sus aliados mantienen sometido al órgano autónomo cuyos comisionados son premiados con candidaturas del PRI… Los dados mandan Serpiente doble. Caída libre.

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