El doctor Meade es una persona muy preparada; cursó la carrera de economista y abogado al mismo tiempo. Habla perfectamente inglés, casi mejor que su lengua materna. Tiene fama de buena persona, respetuoso de su familia; militante católico, educado y decente. Es integrante del grupo de tecnócratas que coparon las áreas económicas del gobierno federal desde el salinato y han sido, en la práctica, los dirigentes de este país. Con Meade como representante de la nueva generación tecnocrática —el Grupo ITAM que lidera con Luis Videgaray— ese grupo cumplirá 30 años ejerciendo el poder.
Para mantenerse en el poder, lo mismo en gobiernos del PRI que del PAN, argumentan ser “excelentes” administradores. Pero la economía nacional, a pesar de tener el TLC, uno de los tratados comerciales más grandes del mundo, sólo crece a un mediocre 2% en promedio; su mayor logro son las “buenas cifras macroeconómicas”, pero hoy la deuda externa supera la mitad del PIB (creció casi 10 puntos en 4 años del sexenio de Peña); la inflación dicen que baja y está controlada, pero la gasolina cuesta cada día más; el gas subió 30% el último bimestre; la electricidad es más cara y, con el pretexto de cambios en los medidores, aumentó doble o triple en los últimos meses. Para no hablar de la tortilla, el pan y la canasta básica, cada vez más inaccesible para familias humildes. Cifras del Coneval destacan que el último trimestre de 2017, 42% de familias mexicanas no tuvieron ingresos suficientes para adquirir la canasta básica, es decir que pasan hambre. Los precios de los productos de los campesinos, como maíz y frijol, permanecen a la baja y hasta 57% de la gente que trabaja lo hace informalmente. Pero el salario mínimo avanza: en 2018 aumenta 8 pesos diarios.
El poder de la tecnocracia radica en su control de la Secretaría de Hacienda, por la que Meade pasó con Calderón y Peña Nieto. Desde ahí dominan al resto de instituciones públicas, incluyendo al Congreso de la Unión, al que engañan cada año con proyectos de ingresos y egresos trampeados que, al final del ejercicio fiscal, arrojan resultados opuestos a lo autorizado por los legisladores. Todos los proyectos del gobierno federal, y la mayoría de los que ejercen estados y municipios, son revisados y aprobados por técnicos de Hacienda. Para ello idearon una estructura burocrática-administrativa que mantiene, supuestamente, las tres subsecretarías históricas, pero han creado 25 Unidades administrativas, cuyo presupuesto es igual al de una subsecretaría de Estado.
La mayoría de ellos son financieros, economistas y administradores reconocidos por el Banco Mundial, el FMI y la OCDE, “ministros de finanzas del año” o hasta presidentes del Banco Internacional de Pagos, etcétera, y aun así lograron lo imposible: quebrar a Pemex y a la CFE. Sobreexplotaron los pozos y derrumbaron la producción petrolera; exprimieron a la industria con IEPS y derechos de extracción hasta secarla; propiciaron el robo de combustibles e hicieron negocios desastrosos como comprar plantas chatarra en Coatzacoalcos y hasta unos astilleros en España, quitando trabajo a los nacionales.
Se opusieron a construir nuevas instalaciones y refinerías porque, decían, “no es buen negocio”, y hoy compramos casi toda la gasolina a EU; despilfarraron recursos cuando el petróleo valía más de 100 dólares; le entregaron a Josefina Vázquez Mota 100 mdd para supuestos proyectos de ayuda a mexicanos en EU; permitieron el saqueo de Sedesol en tiempos de Rosario Robles y se hicieron disimulados con la Estafa Maestra.
Donde sí han sido constantes es en mantener al menos a 50 millones de mexicanos en pobreza y si se apuran aumentan esas cifras. El campo mexicano está destruido. Los apoyos y el enorme presupuesto agropecuario se entrega, casi totalmente, a grandes agricultores, en especial a exportadores. De pueblos y comunidades indígenas ni hablar, ellos siguen olvidados y en la miseria.
Llegaron al poder con Salinas, pero con Ernesto Zedillo consolidaron su presencia omnipotente en las decisiones nacionales, a través de personajes como Aspe, Serra, Ortiz Martínez, Gurría, Gil Díaz, Carstens, Cordero, González Anaya, Lozoya, y destacadísimamente Luis Videgaray. Hoy, con la candidatura del doctor Meade, están a punto de seguir haciendo realidad la declaración-augurio del secretario de Estado norteamericano, Richard Lansing, quien dijo en 1924:
“México es un país extraordinariamente fácil de dominar; basta controlar a un solo hombre: el presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la Presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso llevaría otra vez a la guerra. La solución necesita más tiempo: debemos abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto al liderazgo de los Estados Unidos. México necesitará de administradores competentes. Con el tiempo, esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de la Presidencia. Sin necesidad de que EU gaste un centavo o dispare un tiro harán lo que queramos. Y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros”.
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