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El domingo 1 de julio, desde Los Pinos, el presidente Peña Nieto, con todos los miembros de su gabinete legal y ampliado y su familia, en el salón Adolfo López Mateos, siguió paso a paso los momentos finales de lo que fue la crónica de una derrota anunciada. Horas de duelo pero también de “unidad”, relatan asistentes a esa jornada en la casa presidencial, quienes detallan como se vivió la “noche triste” en la residencia oficial, donde lo mismo lloraba dramáticamente una de las hijas del presidente, la mayor de su esposa Angélica Rivera, que se veía al canciller Luis Videgaray con el rostro desencajado, Gerardo Ruiz Esparza se movía nervioso y otros no daban crédito a la ventaja de López Obrador, mientras el doctor José Narro serio, muy serio, pero con expresión de “se los dije”.
Fue la escena de una derrota dolorosa para el grupo gobernante, que por instrucciones del presidente, se congregó en el salón, donde recibían reportes de inteligencia, encuestas de salida e información desde el INE, todos los datos de un proceso en el que se escribía una página negra para el peñismo y para el PRI, que con su candidato José Antonio Meade, sufría la peor debacle de su historia, producto de lo que ya esa noche varios del gabinete mencionaban como el “tsunami lopezobradorista”.
Al menos dos fuentes directas que estuvieron esa noche en Los Pinos, confirman dos cosas: una, que el presidente ya sabía lo que venía, porque se lo adelantaron semanas antes las encuestas internas de la Presidencia y dos, que eso no evitó que, aunque estoico y entero, Peña Nieto no viviera una de las noches más duras y difíciles, sino la peor, de su carrera política.
Desde las 4 de la tarde llegaban a la casa presidencial los secretarios. De sus camionetas bajaron Luis Videgaray, José Antonio González Anaya, Rosario Robles, Eviel Pérez, Gerardo Ruiz Esparza, José Narro, Enrique de la Madrid, Rafael Pacchiano, Alfonso Navarrete, Carlos Treviño, Miguel Tuffic, Roberto Ramírez. El presidente había ido a votar con toda su familia a la casilla ubicada en la escuela frente a Los Pinos, a las 12:45. Luego de emitir el voto junto con su esposa y sus hijos, dijo a los reporteros que estaba listo para aceptar un resultado adverso para su partido. “Mi gobierno será respetuoso y dará respaldo a las autoridades que sean electas”, dijo Peña con total seguridad.
Para esa hora, pasada de la 1 de la tarde del domingo, ya estaban las primeras encuestas de salida en Los Pinos que confirmaban lo que sabían semanas antes: la tendencia en la votación era irreversible a favor de Andrés Manuel López Obrador. De hecho, las mismas fuentes afirman que desde las 2 de la tarde el presidente grabó el mensaje donde reconocía a López Obrador como “ganador de la contienda” y le ofrecía una “transición ordenada”, que sería transmitido en cadena nacional pasadas las 11 de la noche, luego de que Lorenzo Córdova diera a conocer los resultados del Conteo Rápido del INE que otorgaba una ventaja inalcanzable del candidato de Morena. Todo estaba ya “operado políticamente”, y comenzaría a desgranarse a partir de las 8 de la noche con el temprano reconocimiento de la derrota del candidato Meade.
Pero eso no le quitó dramatismo a lo que se vivió aquella noche en el salón López Mateos de Los Pinos. Peña serio pero entero, sus hijos Alejandro, Paulina, Nicole y Fernanda también, su esposa Angélica, afectada pero tranquila igual que su hija menor Regina; pero Sofía, la mayor, sí se veía visiblemente afectada y lloraba sin control. Pasaban de las 11 de la noche cuando el presidente y los secretarios escuchaban atentos el primer discurso de López Obrador desde el Hotel Hilton; luego las 12 y todavía todos sentados, con caras largas y en duelo, seguían el recorrido triunfal del ganador hasta un Zócalo atiborrado de seguidores que le daban una recepción apoteósica al tabasqueño.
Ya eran casi las 12:30 cuando terminaba el segundo discurso de Andrés Manuel desde el templete de la Plaza de la Constitución y ahí seguían Peña y su gabinete en la noche más triste y larga que haya vivido el grupo gobernante. Pasaba de la 1 de la mañana cuando varios empezaron a despedirse; se despedían entre ellos, pero al mismo tiempo también, ya en el duelo total, parecían despedirse de la efímera aventura del poder de un sexenio que también acabó para todos ellos en aquella noche triste de Los Pinos.