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Luis Miranda Nava no se entera de nada. Si le preguntan por las cifras de pobreza, el secretario de Desarrollo Social no sabe que la esperanza de vida se mide en años y no en porcentajes; no sabe de siquiatría para entender las preguntas de la diputada Araceli Damián, especialista en el tema de pobreza, cuando ésta exhibió su ignorancia en el tema. Si tiene que ir a votar no sabe si su credencial está vencida ni que hay que renovarla para emitir el sufragio; y en todo caso, tampoco es culpa suya sino del tonto de “Rafa”; y claro, si su hermana y su cuñado son atrapados vendiendo gasolina robada en sus gasolineras del Estado de México, Miranda tampoco tiene idea: “¿Cómo voy a saber lo que tiene mi hermana y mi cuñado, no sé de sus negocios ni me interesa. No les ando revisando su patrimonio”, dice el funcionario federal.
De lo único que sabe y se hace cargo el titular de la Sedesol es de su amistad y cercanía con su compadre, Enrique Peña Nieto. De que esa relación no sólo le ha permitido tener poder sino ganar mucho dinero desde que conoció al hoy presidente cuando los dos eran parte del gabinete de Arturo Montiel y de que haberse acercado a aquel jovencito que venía creciendo meteóricamente, con el apoyo de su padrino Montiel, fue una de las decisiones más redituables de su vida política, pues el gobernador Peña lo llevaría no sólo a ser su secretario de Gobierno, sino después a las alturas de la política nacional primero como subsecretario de Gobernación y luego como responsable de la política social de todo un país, sin tener la más mínima idea del desarrollo social.
Miranda sí sabe, por ejemplo, cómo le gusta a Peña jugar golf y como complace al presidente que le acompañen mientras avanza entre hoyos de los mejores campos de México; también sabe extorsionar y amenazar a comuneros y ejidatarios con averiguaciones penales, para que vendan sus tierras en 10 pesos el metro y luego valuar esos terrenos a precios millonarios, tal como hizo en 2005 con los campesinos de San Salvador Atenco para el primer proyecto fallido del Aeropuerto. Y por supuesto entiende bien cómo pactar en lo oscurito con la oposición, como en 2010 cuando fue testigo del “pacto” entre César Nava y Beatriz Paredes, por el que el PAN se comprometía “a no hacer alianzas en el Edomex en los comicios de 2011”, a cambio de que los diputados federales del PRI le aprobaran al presidente Calderón su Ley de Ingresos de aquel año.
Sabe también complacer a la CNTE y sus aguerridos dirigentes que en agosto de 2013, en medio de tomas, plantones y bloqueos que secuestraron a la Ciudad de México, encontraron en Luis Miranda al mejor aliado para avanzar en sus demandas y lograr, entre otras cosas, evitar despidos y regularización de plazas ilegales, con todo y su rechazo a la reforma educativa.
En fin, que Luis Miranda puede ignorar muchas cosas, pero definitivamente sabe lo que hay que saber para ser hoy, con todo y sus escándalos y probada ineficacia, un hombre poderoso y cercano al presidente: que en este sexenio no se requiere ni de capacidad, ni de experiencia, mucho menos expertise para estar en el gabinete; lo único que cuenta es la amistad, la cuatitud y la incondicionalidad a Peña Nieto. Y en eso sí, don Miranda es maestro.
NOTAS INDISCRETAS…
Dos cosas quedaron claras en el primer Informe del aliancista Carlos Joaquín en Quintana Roo: la primera que su primer año enfrentó el desastre del huracán “Beto Borge”, que dejó saqueadas las finanzas estatales, alterado el paraíso ambiental quintanarroense y devaluado el ejercicio de poder por abusos y autoritarismo, y la segunda que en el difícil primer año —al que se sumó la disputa entre cárteles del narco y su violencia—, Joaquín no ha estado solo y tuvo el respaldo de los dos partidos que lo postularon cuando el PRI lo despreció en 2016. Porque las cúpulas del PAN y del PRD en pleno, sus dirigentes y gobernadores, acudieron el sábado a apoyar al gobernador quintanarroense. Eso sí, llevará varios años recuperarse de los daños de Borge y su pandilla, a los que Carlos Joaquín dice que no sólo quiere ver en la cárcel, sino “que regresen lo robado” ¿Lo harán?...Otra cosa muy clara el sábado pasado en Chetumal, fue la soledad de Ernesto Cordero dentro del panismo. El presidente del Senado sintió el frío azul de sus compañeros que, sin saludarlo o haciéndolo apenas por compromiso, dejaron ver que sí hay molestia por sus ambiciones y pactos secretos con el PRI y con Emilio Gamboa para dividir al panismo. Y es que fue evidente que apenas sus amigos Carlos Mendoza y Rosas Aispuro lo saludaron, mientras la mayoría de gobernadores del PAN, Francisco García Cabeza de Vaca, Miguel Márquez, Martín Orozco y hasta el calderonista Fancisco Domínguez rodeaban a Ricardo Anaya con quien se tomaban fotos y le daban palmadas en señal de respaldo. Ni hablar, pintarse de tricolor cuando se es azul, tiene sus costos…Se baten los dados. Serpiente.
sgarciasoto@hotmail.com