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A Eruviel Ávila muchos lo veían, al final de su sexenio, llegando a alguna posición del gabinete de Enrique Peña Nieto; luego, cuando eso no ocurrió, se especuló que su destino tras dejar Toluca podía ser la presidencia nacional del PRI, en sustitución de Enrique Ochoa. Ninguna de las dos cosas sucedió y el ex gobernador del Estado de México fue mandado por su amigo el Presidente a una misión casi imposible: revivir al PRI en la Ciudad de México, después de 20 años de que ese partido perdiera no sólo el gobierno de la capital, que controló 70 años por designación presidencial, sino también sus estructuras clientelares, que fueron coptadas en su mayoría por el PRD y hoy están con Morena, y se volviera prácticamente una minoría política entre los capitalinos.
¿Fue premio o castigo para un ex gobernador que finalmente logró ganar las recientes elecciones en su estado y mantener en el poder local a su partido, “haiga sido como haiga sido”, el enviarlo a dirigir a uno de los priísmos más débiles, dispersos y disgregados de toda la República? Depende de cómo se le vea. La lógica más simple diría que “Eruviel se cayó para abajo”, porque luego de gobernar al estado más rico del país y de entregar las cuentas políticas que le entregó a Peña, que hoy tiene la tranquilidad de volver al termino de su Presidencia a su tierra natal, cuando estuvieron más cerca que nunca de perder el poder mexiquense; pero si se analiza más detenidamente el encargo, tal vez no le fue tan mal al único político que llegó a gobernar el Edomex sin ser parte del Grupo Atlacomulco.
Porque al final de cuentas, parece claro que a Eruviel Ávila le deben haber garantizado, al aceptar el PRI de la CDMX, que irá en las listas pluris del Senado en una posición privilegiada, algo ideal para un ex gobernador que quiera mantenerse activo en la política. Por lo demás, supongo que nadie le pidió al dos veces alcalde de Ecatepec que llegue a ganar la Jefatura de Gobierno o recuperar la capital del país para una administración priísta; nadie en su sano juicio pediría y mucho menos aceptaría algo a todas luces imposible. Lo más probable es que al ex gobernador le hayan fijado una meta que debe estar por arriba de un millón de votos para el PRI, la misma que hace 6 años Peña Nieto le había pedido a Beatriz Paredes cuando la hizo candidata a jefa de Gobierno, y que la tlaxcalteca, que se tiró a la hamaca en aquella campaña, no pudo alcanzar, aunque sí logró un incremento notable en la votación priísta en la Ciudad y el triunfo en tres delegaciones: Milpa Alta, Cuajimalpa y Magdalena Contreras.
Podría pensarse que a Eruviel le pidieron más que aquel millón de votos, considerando que el padrón capitalino ha crecido de 2012 a la fecha, pues en la última elección federal había 7 millones 88 mil electores en la lista nominal, mientras que para los comicios de 2018 habrá 7 millones 389 mil votantes registrados nominalmente. No parece una meta fácil, pero, tomando en cuenta la tendencia creciente que ha tenido la votación del PRI en los últimos procesos locales, tampoco es imposible. De hecho, el PRI obtuvo en la última elección de jefe de Gobierno, con Paredes como candidata por segunda vez, su votación más baja, de 940 mil votos, aunque luego, en la elección intermedia de 2015, se recuperó y además de las tres delegaciones ganó tres distritos de mayoría y aumentó a 7 su número de diputados en la Asamblea Legislativa, colocándose como la tercera fuerza política en la Ciudad y desplazando al PAN al cuarto lugar.
En este momento las encuestas por la Jefatura de Gobierno le dan 8% de intención del voto, que con un buen candidato (se habla de José Narro o Aurelio Nuño si ninguno de los dos va a la presidencial) podría llegar a convertirse en un 15 o 16% de la votación total. Eso no alcanzaría para el discurso de victoria con el que llegó Eruviel Ávila, pero claramente sería una recuperación importante para el PRI en la Ciudad y contribuiría a aumentar la votación nacional para ese partido y su candidato presidencial.
Ávila ya superó el desaire de Ricardo Monreal, que declinó su invitación a ser candidato del PRI, y comenzó a buscar a los pocos liderazgos y grupos que quedan del priísmo capitalino. Se reunió con María de los Angeles Moreno, con Beatriz Paredes y hasta con el impresentable Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre. Pero para lograr su meta de llevar al PRI a mejores niveles de votación se requerirá mucho más que apapachar a las dinosaurias y trogloditas del priísmo chilango. Veremos qué tanto logra el ex gobernador mexiquense que viene del éxito, nada menor, de haberle ganado a Andrés Manuel López Obrador la que el tabasqueño juraba que sería “la primera gubernatura de Morena”. ¿Podrá Eruviel, si no ganarle a AMLO en su bastión de la Ciudad de México, al menos sí aumentar la votación y la presencia del priísmo en la capital? Ese es su reto.
sgarciasoto@hotmail.com