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Hace cuatro meses que Andrés Manuel López Obrador no habla con Ricardo Monreal. El diálogo entre los dos personajes fue cortado por el tabasqueño un par de meses antes de definirse, a través de encuestas, la “Coordinación” de Morena en la Ciudad de México, que ganó Claudia Sheinbaum. Nunca hubo ningún intento de diálogo directo entre el dirigente nacional y el delegado de Cuauhtémoc, mucho menos cuando éste último se inconformó públicamente y desconoció los sondeos internos que lo mandaron al cuarto lugar de los aspirantes de su partido.
Después del 24 de agosto, Monreal buscó algún contacto, alguna forma de diálogo directo con López Obrador, pero la puerta del político que siempre estuvo abierta para él, sin explicación, se había cerrado. Todo fueron declaraciones públicas de Yeidckol Polevnsky, secretaria general, que le decía a Monreal “las puertas de mi oficina están abiertas, cuando él quiera dialogar”.
Pero el viernes pasado, durante una gira por el país, Andrés Manuel, que ya casi no habla con nadie del partido —y todas sus reuniones las deriva a su hijo Andrés Manuel López Beltrán— le lanzó un llamado público al político zacatecano distanciado de Morena: “Le voy a pedir a Ricardo Monreal que siga con nosotros, lo voy a buscar para convencerlo, que siga con nosotros, que no se vaya. Que no le haga el servicio a los de la mafia del poder”, dijo entre aplausos de sus seguidores.
Luego, en un video en sus redes sociales, confirmó que ahora sí quiere platicar con Monreal, pero aclaró que la candidatura ya tiene dueña: “Claudia Sheinbaum es la coordinadora de organización en la Ciudad de México, una mujer inteligente, honesta, y de convicciones, pero voy a buscar a Ricardo Monreal para que siga con nosotros y no se vaya con los de la mafia del poder. Necesitamos de su apoyo en el movimiento de transformación de México”, dijo en un texto.
¿Qué cambió para que López Obrador bajara de su pedestal para convocar a un diálogo al que él mismo se negó los últimos meses?
Varias razones: la primera, que los sondeos internos de Morena confirmaron una caída de 7 puntos de su virtual candidata, sobre todo después del sismo del 19 de septiembre y de la crisis que la delegada de Tlalpan enfrentó por el Colegio Rébsamen. Una disminución que preocupó a los estrategas no sólo de la ciudad sino de la campaña del propio López Obrador, por la importancia estratégica de la votación en su principal bastión a nivel nacional.
Pero no fue la única causa. Las expresiones de inconformidad con las encuestas para definir “coordinadores”, que comenzó Monreal, se esparcieron a otros estados. En Puebla Enrique Cárdenas, ex rector de la Universidad de las Américas y director del Centro Espinosa Yglesias, se inconformó con los sondeos que dieron ganador al senador Miguel Barbosa; en Quintana Roo, cuadros de Morena denunciaron que las encuestas favorecieron a ex priístas, y en las encuestas para el Senado, la diputada Araceli Damián, se inconformó con el resultado. “No hay base técnica para eliminarme como candidata al Senado, la diferencia con la ganadora es menor al error muestral”, decía la diputada sobre el triunfo de Citlali Hernández, cercana a Martí Batres.
El riesgo de que el “efecto Monreal” y su rebelión cundieran en Morena fue otra razón para decidir buscarlo. Sobre todo porque López Obrador sabe de los contactos y reuniones que el zacatecano ha tenido con Ricardo Anaya y Dante Delgado, para hablar de una posible candidatura del Frente Ciudadano a Jefe de Gobierno. Sabe también que, incluso desde Los Pinos, buscan abrirle paso a esa candidatura y que hoy sólo falta el “sí” de dos personas, Miguel Ángel Mancera y Alejandra Barrales, para que Monreal abandere esa coalición que sí compite con Morena y Sheinbaum por el gobierno de la ciudad.
Y finalmente, otra causa detrás de la búsqueda repentina de diálogo de Andrés Manuel con el político al que descalificó y llamó “traidor” varias veces (“Hay casos en donde el movimiento ha apoyado a que lleguen a gobernadores y antes de que cante el gallo, ya nos están traicionando”) tiene que ver con las investigaciones federales contra sus aliados del PT: Alberto Anaya y su esposa, acusada de desviar 100 millones de pesos del gobierno de Nuevo León para los Cendis.
Aunque lo defendió y dijo que se trataba de “persecución política”, López Obrador debe saber que la cacería federal contra Anaya tiene materia, pues en el gobierno federal dicen tener documentos que involucran no sólo 100 millones de Nuevo León, sino varias transferencias realizadas desde la Secretaría de Hacienda a Alberto Anaya y su esposa para “apoyar sus Cendis”, por sumas millonarias entregadas en cada negociación de presupuesto de los últimos años a cambio de los votos del PT. Es decir, que el asunto va en serio y es parte de un embate directo desde el gobierno contra el proyecto lopezobradorista.
sgarciasoto@hotmail.com