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Antes de anunciarle su renuncia al presidente Peña Nieto, el viernes 13 de octubre, el procurador Raúl Cervantes calculó, con precisión milimétrica, el efecto político y parlamentario de su decisión al inicio de esta semana. Al anticiparse a la reforma constitucional que, una vez más, intentarían discutir en el Senado para eliminar el “pase automático” a la Fiscalía General de la República —sin la mayoría calificada de votos para aprobarla, pero con dedicatoria a su persona— Cervantes quiso poner fin al tremendo desgaste y manoseo al que lo sometieron las fracciones parlamentarias, incluido su partido, el PRI, y voltearles la jugada a los senadores de oposición, especialmente al Frente Ciudadano por México, a los que golpeó porque su renuncia les quita una bandera política que les ayudó a justificar, desde el freno a iniciativas legales para reformar las fiscalías, hasta las denuncias sobre su abultado patrimonio familiar.
Al redactar su renuncia, en la que acusó a los partidos de utilizar su nombre para impedir el cambio en la procuración de justicia y del nuevo sistema de justicia penal, el ex procurador había dejado listos, en su oficina, varios expedientes judiciales que, con total hermetismo, terminó de integrar en las últimas semanas. Uno de esos expedientes contiene acusaciones penales contra ex funcionarios de Pemex, de nivel medio y alto, por el caso Odebrecht y Braskem, las dos firmas del consorcio brasileño que recibieron contratos a cambio de sobornos millonarios.
Otro expediente que dejó terminado y que podría ejecutarse en los próximos días, incluye la acusación penal contra el ex oficial mayor de la Sedesol, Emilio Zebadúa González, por desvío de recursos y peculado, que según fuentes de primer nivel de PGR, se imputan al hombre de confianza de Rosario Robles, quien aparece como acusado y responsable de la transferencia de recursos a universidades públicas por miles de millones de pesos que fueron a parar a comités privados cuyo destino nunca se comprobó, en lo que mediáticamente fue llamado “La Estafa Maestra”, y que Cervantes investigó y documentó junto a la Función Pública desde antes de aparecer los reportajes periodísticos.
En el despacho, hoy ocupado por el subprocurador Alberto Elías Beltrán, que junto al resto del equipo de Cervantes sigue intacto en la PGR, también están los expedientes del proceso contra Javier Duarte, la solicitud de extradición de Tomás Yarrington a Italia, y los expedientes contra Guillermo Padrés, encarcelado en su gestión, y el proceso de extradición contra Roberto Borge, además de la ficha roja contra César Duarte y las indagatorias de la Fepade.
¿Qué pasará ahora? Es incierto. Ni Peña Nieto tiene claro en estos momentos si propondrá a un nuevo procurador que tendría que aprobar el Senado; ni se ve fácil que haya consensos para aprobar la Ley General de la Fiscalía que dé paso al primer fiscal, en cuyo nombre y perfil será difícil que los partidos se pongan de acuerdo en medio de la lucha por el 2018. Hasta en eso saldría ganando, con todo el desgaste que se llevó, Cervantes: “Después de mí, la incertidumbre”, podría decir el ex procurador cuyo futuro también es difícil predecir; mientras, comienzan a desgranarse nombres y posibles órdenes de aprehensión por los casos que dejó terminados, desde Odebrecht hasta la Estafa Maestra.
NOTAS INDISCRETAS…Vaya molestia generó en Mazatlán, entre varios presidenciables del PRI, el equipo del secretario de Hacienda, José Antonio Meade, con su “cargada” que lo apoyó. Varios precandidatos se quejaron de la operación “desaseada” de Mario Zamora, director de Financiera Rural, quien como buen sinaloense, hizo de las conferencias en el Icadep un acto en favor de su jefe y en detrimento del resto de los aspirantes. Lo más grave fue que los precandidatos se quejaron de que Zamora no actuó solo y tuvo apoyo del dirigente del PRI, Enrique Ochoa, que permitió el arribo de 100 jóvenes “espontáneos” que coreaban un ridículo corrido con banda dedicado a Meade ¿Y la imparcialidad? Se quejaban duramente los otros aspirantes. Mal comenzó la pasarela priísta… Quienes vieron ayer por la mañana a Emilio Gamboa, en la reunión de senadores del PRI, cuentan que estaba de muy mal humor. A esa hora ya eran virales las fotos donde se le ve abordar un helicóptero del Estado Mayor para alcanzar a Peña Nieto en un campo de golf. Más tarde Gamboa explicaría que fue llamado por el presidente a “reflexionar” sobre la renuncia de Raúl Cervantes y daría explicaciones. Pero la imagen de lo que se veía como un exceso —no sólo usar el helicóptero oficial sino interrumpir un torneo mundial de tiro para su despegue— ya había permeado. No faltó quien recordara que, en la cercanía que ha mantenido con los presidentes los últimos sexenios, Gamboa ha sido un hábil deportista. Con su mentor Miguel de la Madrid jugó al tenis, deporte favorito del presidente; con Carlos Salinas, se volvió asiduo asistente al desaparecido Parque de Beisbol del Seguro Social, donde un puñado de políticos de primer nivel se daba cita para sacar “acuerdos”; con Zedillo visitaba las cristalinas aguas del Caribe, con Fox y Calderón no tuvo tanta confianza, pero con Peña Nieto aprovecha sus habilidades de golfista desde que era gobernador y en cada swing reafirma la cercanía que hoy lo convierte en uno de los políticos que más escucha el presidente, de los muy pocos ¿Qué es un viaje en helicóptero ante tanto talento deportivo?.. Los dados mandan Serpiente Doble. Caída libre.
sgarciasoto@hotmail.com