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El caso es que encuestas de bote pronto en las redes juzgaron y sentenciaron a Alejandra Barrales como traidora. Sobre todo, claro, a partir del momento en que Miguel Ángel Mancera fue bajado de la contienda presidencial por los mismos jefes de tribus que apenas unos días antes lo proclamaron candidato del PRD, que todavía presidía Alejandra.
Yo no la tengo por perversa. En todo caso, me parece que al igual que la inmensa mayoría de los hombres y mujeres de altos cargos en gobiernos y partidos, ha sucumbido a las tentaciones naturales del poder sin freno. Por lo menos esa impresión ha dado con las recientes revelaciones sobre sus propiedades aquí y allá. Aunque, desde luego, muchos puedan opinar que eso no es nada en comparación con las trapacerías desvergonzadas de personajes siniestros de otros partidos.
Aunque ahora de lo que se está hablando es del papel que la señora Barrales ha jugado en el entramado del primero llamado Frente Ciudadano por México que, como diría Jacinto Benavente, devino tablado de la farsa.
A ver, no se trata de rasgarse las vestiduras por aquello del aliancismo. En la mayor parte del planeta los partidos tejen coaliciones que nadie hubiera supuesto pocos años atrás. El problema es que la alianza PAN-PRD-MC se presentó ante los electores con una máscara que siempre pretendió ocultar la intención original de la que advertimos en este mismo espacio desde el 24 de mayo del año que termina: que el pacto irrenunciable e inamovible era, desde un principio, que Ricardo Anaya —entonces líder del PAN— sería candidato a la Presidencia y Alejandra Barrales a la Jefatura del Gobierno. A pesar de lo que ella me dijo entonces sobre “una convocatoria muy amplia donde no solamente cabrán partidos sino organizaciones sociales, académicos y hasta aspirantes independientes… sin que nadie venga a imponer su candidatura; sino con la disposición de construir una plataforma y luego someterse a un proceso de selección detallado y confiable…”.
El pragmatismo a ultranza de los frentistas echó todas esas palabras al bote de la basura: ni hubo tal convocatoria ciudadana y en cambio jugaron con la buena fe de los mexicanos que esperaron durante semanas el método convincente de selección hacia adentro y hacia afuera de candidato a la Presidencia de la República. La declarada intención de Miguel Ángel Mancera de participar en la supuesta contienda interna no hizo más que acelerar la simulación tripartita y cada vez más descarada.
Hasta que los tiempos apretaron y no hubo más remedio que el fuera máscaras:
—Ricardo Anaya supo siempre que tenía al PRD agarrado del pescuezo; un partido que apostó a la sobrevivencia, pero se arriesga a la extinción. Y que por eso hay ahora sólo tres gladiadores en el circo: López Obrador, Meade y él mismo.
—En cambio, Alejandra Barrales parece contra las cuerdas en lo que muchos llaman la venganza del Ángel: no será candidata única; Ahued y sobre todo Chertorivsky van por ella; la misma que apenas la semana pasada dijo que la candidatura presidencial de Mancera por el PRD era una gran señal de fortaleza del Frente.
“De pronto, que se acerca un caballero; su pelo ya pintaba algunas canas; me dijo le suplico compañero; que no hable en mi presencia de las damas...” ¿Será?
P.D. Con dedicatoria a mi amado Martín Urieta.
Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com